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El legado prerromano de la villa de Capilla
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El legado prerromano de la villa de Capilla

Pocos lugares han tenido la suerte de albergar a tantas culturas. Civilizaciones que le han dejado una rica herencia: pinturas esquemáticas prehistóricas, el Sileno, el Togado, Migóbriga o la iglesia mudéjar

J. JULIO LÓPEZ RODRÍGUEZ

Sábado, 23 de enero 2010, 19:04

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Fuera de las grandes rutas terrestres, en lo más profundo de La Sibera extremeña y a caballo entre los límites de Badajoz, Córdoba y Ciudad Real, se encuentra la villa de Capilla, hoy con apenas trescientos capillúos/as, que se asoman a la presa de La Serena desde sus casas incrustadas en la Sierra del Palenque. Su territorio fue habitado desde el Paleolítico Inferior y lugar de morada de celtas, turdetanos, romanos, bereberes, almorávides, almohades, conquista cristiana de Fernando III, encomienda del Temple, centro del Estado del ducado de Béjar y un largo etcétera.

A la vista de su densa e importante historia, pocos lugares como Capilla han tenido la suerte de albergar tantas y tan diferentes culturas, lo que le ha supuesto una herencia muy rica, siendo ejemplo de ello la mayor concentración de pinturas esquemáticas prehistóricas de Extremadura en la Sierra de La Moraleja, las estelas de guerreros, el Sileno, el Togado, Miróbriga, la Iglesia mudéjar de Santiago con sus pinturas murales o su castillo.

Este legado por suerte aún hoy persiste y podemos ver y disfrutar. Las joyas prerromanas son las menos conocidas pero de una importancia arqueológica e histórica importantísima.

La Posada de los Buitres, se encuentra la mayor concentración de pinturas rupestres esquemáticas de toda Extremadura. Sus más de 240 figuras representadas hacen de Capilla la pinacoteca rupestre más importante de Extremadura. Esta gran cantidad de pinturas se distribuyen en diez abrigos, siendo difícil precisar la fecha a que pertenece cada uno, aunque corresponden a diferentes períodos. Se trata de figuras comprendidas entre 20 y 40 centímetros, pintadas en tres colores base: amarillo, naranja y rojo. Los trazos y ejecución son variados, lo que indica la existencia de varios autores. Por la temática representada, se pueden clasificar en tres grandes grupos:

Aparecen representadas en casi todos los abrigos, variando su postura y estilo. Sus trazos son generalmente muy esquemáticos y de diferente grosor. Aparecen tanto hombres como mujeres, aislados o en grupos. Algunas figuras carecen de brazos y en otras los exageran y ramifican demasiado.

Mezcladas con las figuras humanas, aparecen dibujos geométricos de difícil interpretación hoy en día. La mayoría son circulares: en forma de espiral, redondas y con círculos concéntricos que aparentan ojos o escudos y otros círculos con formas radiales externas que podrían representar al sol.

Las representaciones de carros son una constante en los abrigos, al igual que en las estelas de guerreros de la comarca. Durante la Edad de Bronce los carros de dos o cuatro ruedas eran un signo de riqueza de los grandes jefes o reyezuelos locales. Se utilizaron principalmente con fines religiosos como carros procesionales, en ceremonias funerarias donde se paseaba el cadáver del jefe por todos sus dominios antes de enterrarlo. Esta tradición, muy frecuente entre los pueblos indoeuropeos, fue introducida por los celtas en nuestra tierra alrededor del siglo VI a. C. La gran cantidad de representaciones de carros en estelas y pinturas esquemáticas, hace pensar que fueron un medio de transporte muy utilizado en la zona. Estos dibujos de carros podríamos situarlos por estas fechas.

Las pinturas de los carros varían en cuanto a su forma y tamaño. Los hay que terminan en punta y otros de forma rectangular. En la mayoría, se aprecia de forma clara sus travesaños. Abundan más los carros de dos ruedas (influencia tartesa) sobre los de cuatro (influencia celta), pero en la mayoría se distinguen sus radios.

En el yacimiento prerromano y romano del paraje denominado Las Tablas de las Cañas apareció en 1969, de una manera fortuita, una figurita de bronce maciza de unos 11 centímetros de altura del dios Sileno, que fue comprada en 1972 por el Museo Arqueológico Nacional, donde permanece expuesta. La figurita representa claramente un sileno o sátiro como se puede observar por su barba y sus orejas puntiagudas, aquí dobladas, pero muy humanizado al carecer de pezuñas y cola de caballo, propias de los silenos.

Sin embargo, lleva en su cabeza la cinta de los banquetes más frecuente en las representaciones de los simposiastas. Se puede afirmar que se trata de un sileno con apariencia más humana que animal. Este dios, aunque fabricado posiblemente en un taller local del sur de Italia, es de influencia claramente griega, por tanto hay que datarlo en la segunda mitad del siglo V a. C., cuando los territorios de Capilla estaban dominados por los túrdulos o turdetanos, pueblo que mantenía relaciones comerciales con los griegos. La introducción del vino por los pueblos colonizadores trajo paralelamente una aculturación de motivos religiosos y rituales asociados a la bebida, y con ésta se asocia también el mundo semihumano de los sátiros, seres de la mitología griega.

En el punto más alto de Capilla, a 733 metros, conocido como Peñón del Pez, está el llamado Collado del Palenque, cerca del cual se encuentra un asentamiento defensivo de grandes proporciones. Posiblemente fue fundado por los celtas seis siglos antes del nacimiento de Jesucristo, y ocupado posteriormente por turdetanos y romanos, como atestiguan los restos cerámicos que se encuentran por doquier desperdigados por todo el asentamiento.

Prueba de su antigüedad constructiva lo evidencian sus enormes estructuras defensivas realizadas en bloques ciclópeos de gran tamaño, realizados principalmente en cuarcita y aparejados de manera impecable. Se adaptan estos grandes bloques perfectamente a las irregularidades del terreno, intercalándose con los afloramientos rocosos.

Aún puede apreciarse la planta de muchos habitáculos rectangulares y cuadrados, e incluso algunos hornos para la cocción de cerámica o para la fundición de hierro.

Este otero defensivo se abastecía de dos grandes aljibes labrados en la roca situados en lo más alto del peñón. Se trata de dos construcciones ciclópeas que impresionan mucho por su originalidad. Aprovechando grandes paredes de roca lisa, se cavaron a sus pies unos grandes agujeros. La tierra sobrante era sacada hacia sus laterales formando taludes, lo que permitía recoger gran cantidad de agua.

Escrito por J. Julio López Rodríguez autor de: "Historia de la villa pacense de Capilla" Editorial Bubok (www.bubok.es).

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