CELESTINO VEGAS BUSCA SU SITIO

SU balance del último año de Celdrán al frente del Ayuntamiento es negativo. Recopila los actos de los últimos doce meses y cree que 2009 ha supuesto «la consolidación del fracaso de la gestión municipal». El viernes comenzó a desgranar errores y no paraba: la ausencia de inversiones por parte del Gobierno local, la sentencia que obliga al derribo del cubo de Biblioteconomía y la privatización del servicio de Limpieza ocupan los primeros puestos del ranking que suscribe.

A estas alturas, puede que todavía algunos se pregunten quién es el señor que aparece en la fotografía y que en tan mala consideración tiene la labor de Celdrán. Desde hace trece meses ocupa la portavocía del PSOE en el Ayuntamiento y la secretaría local del partido. Celestino Vegas es el jefe de los socialistas municipales.

Poca popularidad encuentra todavía entre los pacenses. Lo cierto es que debe resultar muy complicado hacerse un hueco frente al tótem de Celdrán, que se ha convertido en un símbolo del PP en la región al ser el alcalde que más años acumula en el poder. Cuando termine este año habrá contado ya 16 al frente de la ciudad más populosa de Extremadura.

Quizás el gesto que mayor gloria ha proporcionado a Celestino Vegas en las emisoras de radio y en las páginas del periódico fue una insinuación con tintes de insulto al propio Celdrán. Dijo que realizó unas declaraciones sobre el AVE «estando sobrio». Unas palabras que le han dado el mayor de los protagonismos en toda su vida política. Sólo en otra ocasión recibió críticas comparables, cuando se quejó de la convocatoria de una sesión de Pleno en mitad de julio porque tenía planeado un crucero.

Tampoco parece que haya podido mantener la unión interna del grupo. Siempre va acompañado de su escudero fiel, Miguel Ángel Segovia. Quienes iban en los números diez y once de la candidatura se han convertido en los mandamases del mayor grupo de la oposición a mitad de mandato. «Los últimos serán los primeros», sentencia la parábola. Poco a poco han ido relegando a los demás y quienes iban a partir la pana hoy apenas aparecen por el Palacio.

Francisco Muñoz se ha marchado a su retiro dorado en su empleo de la Diputación. Y eso que los socialistas le presentaron nada más y nada menos como opositor de un alcalde que optaba a su cuarto mandato. No pudo vencerle y ya no quiso seguir la lucha.

El segundo, que levantó gran expectación cuando el partido anunció su inclusión en las listas, el ginecólogo José Alberto Cabañes, tampoco ocupa hoy responsabilidad en el Ayuntamiento. Mucho más atractivo es su puesto de diputado en el Congreso, en la comisión de Sanidad de la cámara baja donde tiene acceso, de primera mano, a todos los datos de la gripe A. Pregúntenle y verán cómo les aconseja la vacuna si forman parte de algún grupo de riesgo.

Tampoco aparece por los pasillos del Ayuntamiento José Ramón Suárez, durante años combatiente en primera línea del otrora concejal de Hacienda Nicasio Monterde y de los «amos del cortijo» (calificaba él) a Alejandro Ramírez del Molino y Cristina Herrera. Como los tres últimos salieron del Ayuntamiento él casi tiene un pie fuera y disfruta de un cargo más cómodo: director territorial de la Junta en Badajoz.

Otro concejal de las filas del PSOE todavía aparece menos. Dicen que su íntima amistad con el ex presidente de la Junta de Extremadura Juan Carlos Rodríguez Ibarra le valió lo suficiente como para ir en la candidatura entre los seis primeros. Juan Manuel Rodríguez Tabares es un representante de la vieja guardia que apenas va al Ayuntamiento. Se le ve los días de Pleno. Nunca interviene. Solo se ocupa de formar bronca por lo bajo. Murmullos de desaprobación. Poco más.

Dentro de las filas del PSOE hay quien ve en el alejamiento de todos ellos una escisión profunda en el partido, mientras que otros resumen la situación en falta de ilusión. Ven imposible que Vegas pueda hacerle ninguna sombra a Celdrán. En la última asamblea local del partido hubo quien le echó en cara la falta de una oposición efectiva. Hay voces que creen que, en medio de tanta «llanura» política, la metedura de pata de insinuar sobre Celdrán lo que las murgas repiten cada Carnaval se sacó de madre. Quien más importancia le dio fue el propio alcalde, que se negó a dispensarle más trato del que le manda la Ley. ¿No les resulta curioso que los mayores minutos de gloria en los medios se los haya dado precisamente la persona a quien debe derribar?