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SOCIEDAD

Barcelona acoge el Festival Lilliput, desarrollado en pequeños espacios urbanos

CRISTIAN REINO

Domingo, 18 de octubre 2009, 02:11

Dicen que el tamaño no importa, y en ocasiones es verdad. Barcelona acoge hasta el próximo 25 de octubre el festival Lilliput, que pasa por ser la propuesta artística que se celebra en el escenario más reducido del panorama cultural: poco más de cinco metros cuadrados.

Lejos de la pomposidad del Liceu o del Palau, el Lilliput tiene lugar en los llamados quiscos de escaleras, antiguas porterías a pie de calle, o negocios abiertos en pleno rellano de la finca, que se han consolidado con los años como zapaterías, joyerías o administraciones de lotería. Algunas han caído en desuso y hoy son sede del festival más pequeño del mundo.

Estas miniespacios son además arquitecturas peculiares de Barcelona. Patricia Ciriani, artista francesa afincada en la capital catalana y directora del certamen, dice que actúan como «catalizadores urbanos en la relación entre residentes, viandantes y clientes».

El objetivo del festival, señala, además del artístico, es «revitalizar los quioscos», pues «una buena parte de ellos se encuentra en vías de extinción». En tiempos de grandes superficies comerciales y convivencias frías donde nadie se saluda ni habla del tiempo con el vecino, «resulta necesario que no se pierdan estos espacios». Ciriani se ha encargado de hacer un inventario de todas las microtiendas existentes, hasta contabilizar unas 80 que permanecen como negocios estables, mientras que 20 se han visto obligadas a cerrar en los últimos tiempos.

El festival se celebra en siete de estos pequeños espacios, todos ellos situados en el barrio Gótico de la ciudad y separados unos de otros a poco más de diez minutos a pie. El público permanece en la calle, como viendo un escaparate, o dentro del portal, según el espacio o la tolerancia de los vecinos.

Luis Bisbe (Málaga, 1965) utiliza el vídeo para jugar con algunos objetos de la vieja joyería que era el quiosco donde participa. Miguel Conejeros (Chile, 1969) ndaga con la música en los límites existentes entre lo público y lo privado. Por eso, en su propuesta amplifica el sonido interior de los quioscos hacia el exterior.

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