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Francisco Espinosa dice que la denuncia contra Garzón «es una venganza»
SOCIEDAD

Francisco Espinosa dice que la denuncia contra Garzón «es una venganza»

El historiador extremeño acaba de publicar 'Callar al mensajero' donde analiza casos judiciales relacionados con la investigación de la represión franquista

MERCEDES BARRADO TIMÓN

Martes, 29 de septiembre 2009, 11:30

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'Callar al mensajero' (Península), el nuevo libro del historiador extremeño Francisco Espinosa Maestre, recoge la peripecia que siguieron en los tribunales doce casos de nuestra historia reciente relacionados con la memoria histórica, en los que los jueces debieron resolver las fricciones existentes entre los derechos al honor y a la información.

Francisco Espinosa, profesor de la Universidad de Sevilla que formó parte de la efímera comisión de expertos nombrada por el juez Baltasar Garzón cuando investigó los crímenes del franquismo, analiza doce casos de autores que, en la época de la Transición política, hicieron libros, artículos periodísticos o películas que fueron denunciados por relacionar a algunos personajes con el asesinato de personas de ideales republicanos durante o después de la Guerra Civil.

Los denunciantes solían cuestionar el testimonio oral de testigos que vivieron los acontecimientos o tuvieron noticia directa de ellos y que intervenían en estos vídeos, libros o reportajes. Las denuncias fueron planteadas casi siempre por los familiares y descendientes de aquellos aludidos por el testimonio, aunque hay un caso diferente, el de Violeta Friedman, que perdió a casi toda su familia en Auschwitz y que logró encausar al nazi afincado en España León Degrelle.

Silenciar

Una de las conclusiones del trabajo de Francisco Espinosa es que las primeras sentencia que castigaron a los denunciados tuvieron como efecto silenciar tanto a testigos como historiadores e investigadores de estos asuntos que «se cortaron por la que les pudiera caer encima».

'Callar al mensajero' analiza en primer lugar el caso de la censurada película 'Rocío', de Fernando Ruiz Vergara, que desempolvó los entresijos de la represión en la comarca andaluza famosa por su romería. Otros casos están relacionados con el recuerdo de nombres de represores en Andalucía, Galicía o Cataluña, donde Francisco Espinosa recopila documentos y comenta el proceso contra la periodista y guionista Dolors Genovés por su documental 'Sumaríssim 477'.

Algunos procesos tuvieron su origen en informaciones publicadas por periódicos, como la que alude a la tragedia de Amparo Barayón, la esposa de Ramón J. Sénder o en libros como el de Alfredo Grimaldos, que dio lugar a la denuncia de la conocida familia Rosón.

Pero no en todos los casos el honor particular prevaleció sobre informaciones valiosas para la Historia. Espinosa glosa, no sin ironía, la sentencia que amparó la verdad de Violeta Friedman, por tratarse de un caso que no aludía a la reciente historia española. Otra cosa serían las investigaciones sobre hechos de la guerra civil española, desamparadas, a su juicio, por la inhibición de jueces y políticos.

Memoria Histórica

El profesor Espinosa opina que la primera responsabilidad de esta ambigüedad es de los políticos por no acabar «de afrontar seriamente un problema que afecta a sectores importantes de la sociedad española». A su juicio, la ley de Memoria Histórica es un ejemplo de esa inhibición que se prolonga desde la Transición «ya que no se ha hecho nada importante en ese terreno, lo que deja a la gente indefensa y en mano de cada juez, porque cada uno es un mundo. Si las leyes son ambiguas y no hay nada claro cada juez hará una cosa en cada caso. No hay unidad de criterio».

Ejemplo de las dificultades con que siguen tropezando en España los intentos de precisar en los tribunales el alcance de las responsabilidades de la represión franquista sería la situación del juez Baltasar Garzón. «Lo que han hecho con el juez Garzón ha sido una venganza -dice Espinosa-. Aquí no declara absolutamente nadie relacionado con los crímenes del franquismo y se lleva al banquillo al único juez que ha asomado por un auto describiendo jurídicamente qué ocurrió en el 36. Ha sido una venganza contra el juez».

Esto a pesar de que el profesor analiza con rigor el definitivo abandono de Garzón de su investigación de los crímenes franquistas y estima que «el juez no midió sus fuerzas».

El resultado del mecanismo puesto en marcha por Baltasar Garzón fue, a su juicio, un poco «ridículo» y también decepcionantes, primero porque «al juez se le desmontó fácilmente todo y uno pensaba que, si se metió en tal embolado, es porque tenía más agarrado lo que se proponía hacer. Y, por otra parte, algo que yo no entendí nunca y es cómo se inhibió en un momento dado en vez de mantenerse y que fuesen ellos quienes le inhabilitasen y los que quedasen en ridículo ante el resto de países y de la comunidad internacional».

En cualquier caso, el historiador se permite «decir, por un lado, que Garzón es un hombre valioso y, por otro, que en ese caso no estuvo a la altura de las circunstancias».

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