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«Crecí pensando que era el único chico del mundo al que le gustan los hombres»
SOCIEDAD

«Crecí pensando que era el único chico del mundo al que le gustan los hombres»

El veterano actor británico Ian McKellen recibe el Premio Donostia

O. L. BELATEGUI

Jueves, 24 de septiembre 2009, 11:02

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Tocado con sombrero panamá y haciendo gala de exquisitos modales como ex alumno de Cambridge, Ian McKellen ha aparecido en San Sebastián bajo los gritos de «¡Gandalf, Gandalf!». Seguramente no habría recibido la pasada noche el único Premio Donostia de esta edición si 'El señor de los anillos' no hubiera hecho de él una estrella. Su trayectoria se asemeja a la de tantos genios de la escena británica, eminencias del teatro con decenas de obras de Shakespeare a sus espaldas, que un buen día son contratados por Hollywood para poner su acento al servicio de villanos carismáticos.

Si Alec Guinness es para varias generaciones el Obi Wan Kenobi de 'La guerra de las galaxias', McKellen parece condenado a morir pegadito al mago de Tolkien. «No me importa, porque Gandalf es un personaje maravilloso, un clásico de la literatura inglesa. Tengo suerte de que me asocien con él, un hombre sabio y valiente que sólo recurre a la fuerza cuando es necesario. Soy un gran fan de Gandalf, aunque me haya dado tanta popularidad que cuando salgo en alguna serie me dicen que soy demasiado famoso para la televisión, ja, ja».

A sus 70 estupendos años, McKellen se muestra feliz en San Sebastián de reencontrarse con su amigo Josep Maria Pou. Lejos de divismos, luce una camiseta de San Sebastián capital cultural en 2016. ¿Apoya la candidatura? «No tenía ni idea, simplemente me he puesto la camiseta que venía en la bolsa de regalo del festival. Pero, por supuesto. ¡La apoyo totalmente!». Como buen británico, derrocha flema e ironía. «No tengo ningún personaje que me muera por interpretar. Quizá el de una mujer. Lo he hecho varias veces de modo caricaturesco. Ya soy demasiado viejo para ser Cleopatra, pero estaría bien interpretar a una esposa y que Meryl Streep fuera mi marido».

El inteligente Magneto de la saga X-Men nació en Burnley, al norte de Inglaterra, un pueblo donde había siete cines y tres teatros. «Enseguida me fascinó saber cómo hacían aquellas películas. Mi tío tenía un tomavistas que rodaba tres minutos de imágenes. Me pareció que era más fácil actuar que hacer cine, así que compré todos los libros que encontré sobre interpretación. Ya en la universidad descubrí que quería seguir actuando el resto de mi vida». McKellen también coqueteó con la idea de ser periodista y chef. Hasta llegó a matricularse en una escuela de hostelería. «Un periódico nacional sacó una buena crítica de una actuación mía en una obra de Shakespeare. Un amigo me dijo si iba a buscar agente. Entonces supe que quizá era suficientemente bueno para ser actor profesional y medirme a los Laurence Olivier, John Gielguld y Charles Laughton».

A los 25 años debutó en el West End londinense y se incorporó poco después a la Royal Shakespeare Company. 'Romeo y Julieta', 'Hamlet', 'Ricardo III', 'El rey Lear...'. McKellen supo pronto que había dos clases de actores. «Unos confían tanto en sí mismos que siempre son ellos cuando actúan. Hacen el mismo papel, que es una versión exagerada de su personalidad: Cary Grant, Humphrey Bogart, Hugh Grant... Otros somos más tímidos y nos escondemos en el papel». El cine se fijó en él relativamente tarde. Tras 250 éxitos teatrales a lo largo de 50 años, le tocaron papeles secundarios en títulos de los 80 como 'El torreón' y 'Plenty'. Richard Loncraine llevó al cine en 1996 la versión de 'Ricardo III' adaptada por el propio actor. Ganó el Globo de Oro y enlazó dos largometrajes que enseñarían al mundo su capacidad para dotar de escalofriante humanidad a dos seres atormenados: el nazi escondido en la América actual de 'Verano de corrupción' y el director James Whale en 'Dioses y monstruos'.

Sus frivolidades

«Mi personaje favorito es el que interpreto en ese momento, no creo que se pongan celosos el resto. Ahora no interpreto, luego yo debo ser mi personaje favorito», ironiza. «A los actores se nos presta demasiada atención. No es fácil para nosotros hablar en público, pero el marketing nos obliga». Su fama la aprovecha desde hace veinte años para defender los derechos de los gays. Hasta se ha permitido frivolidades como desfilar el Día del Orgullo, aparecer en un vídeo de los Pet Shop Boys o ir a una gala con Monica Lewinsky.

«Crecí sufriendo acoso escolar, quizá porque mis compañeros detectaban algo diferente en mí. Por eso doy charlas de 'bullying' homófobo en los colegios. Yo era el que recibía las palizas en clase. En aquella época no se mencionaba la homosexualidad, creía que era el único chico del mundo al que le gustaban los hombres. Los clubes en callejones oscuros eran demasiado cutres, así que el teatro era un sitio donde sabía que había gente como yo. ¡Gracias a Dios está lleno de mariquitas!».

Sir Ian salió del armario en 1988, cuando harto de que Margaret Thatcher quisiera penar «la promoción pública de la homosexualidad», reconoció que era gay en la BBC. La primera ministra acabó proponiéndole para el título de 'sir'. «Hollywood se está poniendo al día respeto a los gays, antes los personajes homosexuales siempre recibían su merecido. Yo sólo quiero un mundo donde las personas puedan ponerse de pie y ser honestas consigo mismas».

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