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Agricultores recogen aceituna mediante el tradicional metodo del vareo. / HOY
Las aceitunas extremeñas siguen siendo de secano
REGIONAL

Las aceitunas extremeñas siguen siendo de secano

Apenas el cinco por ciento del olivar se ha pasado al regadío La producción de aceitunas en la región sigue siendo una actividad tradicional pese a los avances tecnológicos

LUIS EXPÓSITO

Viernes, 3 de julio 2009, 13:05

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Olivar tradicional. El concepto sirve para definir a la gran mayoría de la producción extremeña de aceituna, pero también esconde un eufemismo. La mención entronca con la tradición, con la importancia social del cultivo o con una manera ancestral de hacer las cosas. Pero también con estructuras de otra época.

A pesar de todo lo que se habla de las nuevas técnicas intensivas, apenas el 5% del olivar extremeño es de regadío, exactamente el 4,51%. Así lo asegura el libro 'Estudio del sector olivarero y de transformación de la aceituna en Extremadura'. Esta publicación, editada por la Junta, es uno de los estudios más profundos que se han realizado sobre este sector en Extremadura. De hecho, nace a partir de la tesis doctoral escrita por José Luis Llerena, profesor de la Uex e investigador del centro tecnológico Ctaex.

Los datos indican que el 95% restante es de secano. Esa es la característica más definitoria del olivar tradicional, pero no la única. También es importante la menor densidad por hectárea o la propia morfología de los árboles.

De hecho, los expertos prefieren establecer las tipologías en función de la densidad de plantas. Según este criterio, la proporción de olivar no tradicional crece hasta el 20%, aunque sólo el 5,13% tiene más de 250 árboles por hectárea, una densidad mínimamente abundante.

«Este porcentaje se corresponde a datos del año 2006, que son los últimos disponibles. Desde entonces, la proporción de regadío ha crecido, pero los indicios apuntan que tampoco lo ha hecho demasiado», asegura el autor principal del estudio.

La radiografía no es estable a lo largo de todo el territorio regional.

El porcentaje de riego roza el 13% en las Vegas del Guadiana y el 6,3% en La Serena, mientras que resulta prácticamente insignificante en Gata-Hurdes y en Ibores. Por provincias, la implantación en Badajoz (6,14%) es sensiblemente superior que en Cáceres (0,83%).

De moda

Este diagnóstico es más llamativo si cabe si se tiene en cuenta que estos últimos años son los del auge del olivar de regadío. Cada vez son más las empresas que se dedican a adecuar instalaciones de este tipo y cada vez más las explotaciones que surgen.

Incluso, y como ha publicado este diario, se está dando un fenómeno inédito. Empresarios españoles, muchos de ellos extremeños, se aprovechan de los bajos precios de las tierras y de la abundancia de agua derivada del embalse de Alqueva para dedicarse a esta actividad en el Alentejo portugués.

Aunque los números sean reacios a cambiar, lo cierto es que sí se aprecia un ligero avance. Entre 1997 y 2006 la superficie extremeña dedicada al olivar creció un 12,2%. Sin embargo, la producción lo hizo a un ritmo muy superior, el 39,08%, en un periodo de tiempo muy parecido. Esto quiere decir que los árboles que hay ofrecen más rendimiento.

Por lo tanto, no parece que la evolución del cultivo sea tan cierta como se ha dado a entender. La expresión de que 'los olivos se plantan para los hijos' aún mantiene su sentido. Y eso que la evolución agronómica ha sido importante. Primero llegó el riego intensivo, que suponía más árboles por hectárea y la aparición del riego como salto cualitativo.

La densidad de plantas fue creciendo con el paso del tiempo, dando pie a la idea de superintensivo. Además de un mayor rendimiento, conllevaba la ventaja de la reducción de costes, puesto que las tareas de recogida se podían hacer de manera mecánica.

El último paso de esta evolución es lo que se ha dado en llamar olivar en seto. Alcanza densidades de 2.000 plantas por hectáreas, lo que hace que las copas de los árboles se confundan y den la impresión de ser un seto.

Su rendimiento alcanza los 20.000 kilos por hectárea, lo que supone hasta 20 veces más de lo que se coge en un olivar tradicional. Precisamente, el argumento de la mayor producción y de la reducción de costes son los que normalmente se esgrimen para defender las nuevas técnicas.

Duran menos

Sin embargo, hay otros factores que también hay que tener en cuenta. Por ejemplo, las modernas plantaciones tienen el problema de que tienen una vida útil más corta. Cierto es que a los tres años ya están produciendo a toda máquina, menos de la mitad que uno de secano, pero a los seis años la curva de rendimiento baja considerablemente. Tanto que deja de ser rentable. Los 'otros' olivos llegan en algunos casos a ser milenarios.

Parte de culpa de este problema lo tiene la 'competencia por sombreamiento'. Es decir, el crecimiento desaforado de las hojas hacen que unos árboles se den sombra a otras y dificulten su desarrollo. Precisamente, un proyecto de la finca de investigación La Orden, dependiente de la Junta, trabaja para crear 'olivos bonsai' que no crezcan con el tiempo para alargar su ciclo productivo.

José Luis Llerena apunta otros argumentos. Por ejemplo, cita a García-Brenes cuando afirma que el olivar de regadío es el que en mayor medida presiona sobre el medio natural ocasionando importantes costes ecológicos. En cambio, el olivar de secano tiene rendimientos más bajos pero menor carga contaminante. Añade que la disponibilidad de agua permite superar muchos de los límites impuestos por la naturaleza a los sistemas tradicionales.

«Así, el olivicultor tradicional dispone de un cultivo 'vecero' [que alterna campañas buenas y malas], pero la disponibilidad de agua y el empleo de agroquímicos permiten estabilizar la producción aumentándola los años de menos cosecha; con ello se mejora la rentabilidad económica o, al menos, se mantiene en momentos en los que los costes aumentan o el precio final de la aceituna cae», dice en su libro.

Qué elegir

Por lo tanto, decantarse por uno u otro sistema no es tan claro como parece. Juan Manuel Pérez y Manuel Pueblas, investigadores de La Orden especializados en olivar, recomiendan sopesar primero el modelo que se necesita. «Hay explotaciones intensivas con 300 árboles por hectárea que a la larga resultan más rentables que las que tienen 2.000 árboles».

En una línea parecida se mueve un estudio de expertos andaluces, que asegura que los costes de poda o plantación de una plantación muy intensiva neutraliza los posibles beneficios de una recolección automatizada.

José Luis Llerena tampoco se decanta claramente por una opción. «Cada uno tiene su sitio. Hay una parte muy importante del olivar tradicional, en zonas del norte de Cáceres o La Serena, que está asociado al entorno y que tiene un importante valor medioambiental. Habría que potenciar eso, todo lo relacionado con el segundo pilar de la PAC. En cuanto a la calidad, los estudios no son unánimes a la hora de determinar cuál produce mejor aceituna, pero lo que está claro es que pueden tener distintos usos según su origen», asegura a HOY.

Lo que está claro, a juicio de este experto, es que hay que buscar nuevos usos para ser competitivos. «Lo que no podemos hacer es apostar por producir arbequina en intensivo, porque es una variedad muy extendida en Cataluña y los mercados están saturados. Hay que optar por variedades regionales, como la manzanilla cacereña, que no tiene parangón y puede competir en los mercados».

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