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¿Qué ha pasado hoy, 28 de marzo, en Extremadura?
Andrés Trapiello aprovecha cualquier oportunidad para refugiarse en su casa de la Sierra de los Lagares. / MARISA NÚÑEZ
«La literatura hoy está sobrealimentada, un poco de dieta no le vendría mal»
ANDRÉS TRAPIELLO ESCRITOR INCLINACIONES SEGUIDORES ZONA DE PASO PORJUAN DOMINGO FERNÁNDEZ SITUACIÓN NUEVAS CORRIENTES PARADOJAS

«La literatura hoy está sobrealimentada, un poco de dieta no le vendría mal»

El autor de 'Salón de pasos perdidos' se reconoce «de este rincón de Extremadura», donde lleva 25 años

PPLL

Domingo, 10 de mayo 2009, 03:10

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-Nació en León, vivió en Valladolid y en Madrid, pero su paraíso está aquí, en Las Viñas.

-Sí; León ya va quedando lejos. Valladolid fue sólo un accidente y ni siquiera nací en León, sino en un pueblo.

-...en Manzaneda de Torío.

-Manzaneda de Torío. Mi abuelo compró una finca en Manzaneda, después de dudar si la compraba en La Vera. Es decir, que yo no soy extremeño de casualidad, habría podido nacer en La Vera. Hacia 1942 mi abuelo vendió el patrimonio que tenía en un pueblo de León y buscó dónde invertir ese capital de modo ventajoso. Vino a La Vera, a Extremadura, porque le gustaba mucho. Y bueno, luego mi padre tuvo mucho contacto con comerciantes pimentoneros de La Vera; también para ellos dos era un paraíso. Hicieron su viaje de novios a Plasencia, a visitar a una hermana monja en un convento de clausura, que murió con veintidós años de tuberculosis. Cuánta posguerra. Pero de donde yo soy es de Madrid y de aquí, de este rincón, ni siquiera de Extremadura, soy de este rincón de Extremadura. Soy un hombre de rincones. Me gusta pensar que soy más de rincón que de esquina. Prefiero que le vean a uno arrinconado mejor que esquinado.

-¿Nunca ha pensado quedarse todo el año aquí, lejos de Madrid?

-Gran tentación. Pero creo que está bien alternar las cosas. Cuando éramos jóvenes llegamos a pensarlo, pero lo desechamos pronto. No somos eremitas. Nos gusta el campo, la vida en el campo, pero también la ciudad. El hombre es una suma de naturaleza y de cultura, y aquí hay mucha naturaleza, pero escasea la cultura, no hay museos, no podríamos asistir a conciertos, no hay bibliotecas, librerías de viejo, de nuevo, en fin, pocas formas de la civilidad de una ciudad. Lo resumiría con un viejo dicho: «De Corte o de cortijo». El intermedio creo que lo llevaría peor.

-¿Tiene más amigos que enemigos?

-Yo tengo más amigos que enemigos. Un escritor tiene además muchos amigos anónimos, que son sus lectores. Lo que le ocurre al escritor es que también suele tener algunos enemigos públicos, y el ruido que meten estos puede hacer que parezcan muchos. Realmente no se podría vivir, y uno no sabría vivir con más enemigos que con amigos. Sería desesperante. Además, los enemigos en general, para mí por los menos, tienen su importancia: por un lado son insignificantes en mi vida, aunque también necesarios en mi obra: te hacen estar en guardia, exigirte más. Desde luego, debemos dar muchas gracias a nuestros enemigos y elegirlos, a ser posible, entre los inteligentes. No hay mayor desdicha que tener enemigos tontos. Por desgracia suelen ser la mayoría de los que tenemos todos. Los inteligentes no se dedican a ser enemigos de nadie.

-Lleva 15 tomos de diarios. ¿Piensa seguir publicando uno por año?

-No se trata de un cálculo, sino de un impulso natural. Es una novela de la vida y de mi vida, que tiene tanto de novela como de vida. Y es una novela porque todo en ella obedece al sentido que quiere uno darle. No es una crónica de la vida, ni mucho menos un acta notarial. Es un proyecto mucho más modesto, algo donde todo está más cerca de la verosimilitud que de la veracidad. Por eso es razonable hablar de esos libros como de una novela en marcha.

-Novelista, poeta, ensayista, diarista, articulista. ¿En qué faceta se encuentra más cómodo?

-Yo no emplearía la palabra cómodo. Porque, primero, el escritor nunca está cómodo, ni en la realidad, ni consigo mismo. Es difícil que esté cómodo con lo que hace. Lo que tiene que estar es conforme. Me acuerdo mucho de Gutiérrez Solana cuando hablando de lo suyo decía que lo encontraba a medio conseguir. Es lo que le pasa a uno. Un poema nace de pronto, una novela es una gestación; un artículo a veces es una iluminación y un ensayo suele requerir de mí al menos una gran concentración; se ve que no tengo alma especulativa. El ensayo te obliga a pensar mucho, te obliga a saber a dónde quieres ir, sin rodeos. La novela es una narración, pura ficción, y el rodeo en ella está incluso prescrito, es una forma de la hipnosis que persigue ¿no? El poema no, el poema es como entrar en posesión de un lugar que casi ni te corresponde, es decir, que te transporta, una especie de transfiguración, el conocimiento instantáneo. La poesía es una verdad indemostrable.

-¿Tuvo muchas novias?

-Es a lo que yo llamo un buen cambio de tercio. Bueno, eso según... Yo creo que no, sinceramente creo que no. Bueno, sí, suficientes, supongo. Te respondería con unas palabras de Juan Ramón: no me interesan las mujeres, me interesa la mujer. Me interesa cada mujer concreta. Para mí no hay novias en abstracto, hay esta o esta. Las novias en abstracto no existen. De las mías guardo, de todas, eso sí, un buen recuerdo, pero ninguno igualable al que guardo de la novia con la que me casé hace 31 años.

-¿Al final lo único que queda de las guerras es la literatura?

-En el largo plazo sí, pero en un plazo intermedio muy corto, queda el dolor, el duelo de las víctimas. Y ese es un dolor que a veces no acaba nunca de desaparecer y queda en la literatura como duelo, como recuerdo de algo que no debe repetirse. De la guerra contra el Islam en la época de Cervantes, nos queda el Quijote, entre otras obras, pero también nos queda el dolor del cautiverio de Cervantes; ese dolor queda también en la literatura, no en la sociedad, nadie se duele del cautiverio de Cervantes pero sí nos dolemos del cautiverio de Cervantes en el relato del cautivo que aparece en ese libro, que resulta conmovedor, un alegato contra todos los cautiverios, de ayer y de hoy.

-¿El diario literario es el género de la modernidad?

-No lo sé. Sí parece que la modernidad ama lo fragmentario, la brevedad. Y los géneros sin género. Las novelas ahora no son propiamente novelas: tratan de ser ensayos, tratan de ser biografías, y el diario literario quizá sea uno de esos géneros sin género de la modernidad. Pero quizás por ese lado fragmentario que tiene, porque el hombre moderno es un hombre que está fragmentado, que está bombardeado, es muy difícil mantener la identidad en un mundo como este, bombardeado por cambios radicales. Y eso hace que el propio hombre no sepa muy bien dónde está. El diario responde muy bien a esa fragmentación en su propia morfología porque es una especie de escritura fragmentada, rota. Hay diarios que tratan de reflejar esa falta de sentido y otros, como sin duda el que uno quiere hacer, en el que todo se ordena literariamente, para darle el sentido que no encuentra uno en la vida.

-Se considera un solitario?

-Un solitario muy bien acompañado, sí. El solitario sale casi siempre ganando.

-¿Y un autor de culto?

-Cuando se dice de uno que es un autor de culto me ha parecido siempre que era una forma delicada de decir que uno había fracasado. Pero hay que agradecerlo de todos modos, como toda delicadeza.

-¿Si no fuera escritor, cómo podría ganarse la vida Andrés Trapiello?

-Pues como todo el mundo. Ningún escritor se muere de hambre hoy. Se puede morir uno de pena. De hambre, la gente al final, afortunadamente, no suele morirse. Por lo demás el problema de la literatura hoy sería lo contrario: está sobrealimentada. Un poco de dieta no le vendría mal.

-¿Extremadura es también su tierra?

-No es que sea mi tierra: es mi tierra. Es donde vivo buena parte del año, donde escribo, donde he escrito la mayor parte de mis libros, y está en el origen de mi vida (porque era parte de un proyecto familiar) y porque aquí encuentro lo que probablemente ya en pocas partes de España hay. Por eso no me ha gustado mucho enseñar este lugar porque cuanto más retirado y más desconocido sea, mejor se avendrá a lo que buscábamos aquí: una paz silenciosa. Por eso cuando hablo de él lo hago siempre de una manera indeterminada. Porque además creo que tampoco la gente lo necesita mucho. Si no lo han encontrado antes es porque probablemente tampoco lo necesitaban ¿no?

-¿Cree que ha tenido el suficiente reconocimiento por parte de los extremeños?

-Puede uno pedir pan, si se muere de hambre, pero no reconocimiento. Tiene uno la fantasía de que le lean primero los de casa, pero eso no deja de ser una fantasía. Está bien como está. Si se refiere a si quiere uno ser famoso entre los extremeños, le diría que no, ni entre los extremeños ni entre los de mi barrio de Madrid. Quiero salir a la calle como ahora, sin que nadie te pare, estar en una terraza sin que nadie se te acerque, en fin, quiere uno seguir en su rincón. Está bien como está. Uno hace sus libros para que los lean no solamente los extremeños, tampoco escribe para los madrileños, ni para los leoneses, escribe uno para los lectores.

-¿Escribe a mano o con ordenador?

-Escribo a mano y en ordenador.

-¿Cree que Aznar tiene razón cuando dice que él sabe cómo se puede resolver esta crisis?

-De saberlo, no sabemos qué hace que no lo dice.

-¿Le sorprendió cuando le ofrecieron hacer el pregón de las fiestas de Trujillo?

-Algunos se intrigaron con las cosas que dije. La tesis del pregón levantó algunas suspicacias, me contaron luego. Gracias a que Trujillo fue pobre durante mucho tiempo y estuvo en manos de unos caciques cerriles y desalmados que impidieron que el ferrocarril pasara por Trujillo para evitar un alza en los salarios, como consecuencia de eso, hoy Trujillo no es como Navalmoral de la Mata, es decir, un pueblo destruido, feo, inhóspito y a merced de la especulación (dicho con el mayor respeto a los navalmoreños que nos estarán leyendo). Gracias a la obcecación de aquellos señoritos, Trujillo se pudo conservar como lo que había sido durante tres siglos. El pregón defendía que la pobreza preserva y la riqueza casi siempre ignorante y codiciosa, acaba destruyéndolo todo. Lo corriente es que la riqueza sea ignorante. En cambio, no es difícil ser sabio en la pobreza. Eso es lo que trataba de explicar y los trujillanos yo creo que cuando terminó el discurso pensaban: ¿este nos está poniendo bien o no está poniendo mal? ¿Nos está llamando pobres o qué? Y no, sólo les estaba diciendo que la pobreza puede ser un privilegio, por lo mismo que la riqueza suele ser casi siempre un baldón o un estorbo.

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