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OPINION

Ateos, creyentes y crucifijos

El terco afán por allegar oficialidad a la religión llega a tal punto, que el estrado donde los magistrados de la Audiencia Provincial de Badajoz hacen justicia, es compartido con una imagen del crucificado

VICENTE HERRERA SILVA

Jueves, 16 de abril 2009, 02:38

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ESPAÑA es un país en el que el almanaque, el refranero, el callejero de todos los pueblos y ciudades, los nombres de cooperativas, asociaciones, hospitales, y hasta fábricas de polvorones, están alicatados con nombres del santuario. Esto supone una infinita red de terminaciones que por capilaridad, configura lo que para unos son nuestras raíces cristianas y para otros lo que Blasco Ibáñez denominaba 'el intruso,' herencia de la milenaria coalición Iglesia-Poder. Sea como sea, ante tal panorama es una solemne ingenuidad, pretender que se descuelguen los crucifijos de los colegios públicos por algo tan difícil de ponderar, como es la molestia que puedan causar a alguien no creyente. Así las cosas, pasado el enésimo revuelo por una denuncia, todo sigue como estaba. No han servido incluso, argumentos mas solventes que explicitan lo inadecuado de la presencia de cualquier religión en ámbitos donde se debe enseñar y educar en principios abiertos y universales como el libre pensamiento ante el dogma, la democracia ante tendencias teocráticas, la ciencia ante la intocable obra del 'creador', la igualdad de sexos ante la mujer costilla del hombre, el goce existencial de vivir ante la sublimación del dolor que purifica etc. Y todo esto ocurre ante el desdén de una sociedad que va a su bola, y el vacío ideológico de una izquierda, que no acaba de aprender de la Iglesia a no tener pasado, y así, en cuanto oye a los trompeteros sacar sus esqueletos de los armarios, se va de vareta. Ver la apacible y algodonosa figura de Moratinos, en actitud genuflexa ante el perfil pedregoso de Rouco Varela, da la idea de un estado de cosas que deriva en bajonazos como que la ministra transfiera de viva voz 'las competencias en crucifijos' a los consejos escolares. Por eso, este asunto demanda argumentos más pedestres y sobre todo mas políticos, ya que esa es en definitiva la cara del problema. Hay que quedar claro, que no se trata en absoluto del respeto al valor religioso que el crucifijo tenga por si mismo como algo trascendente, sino que de facto, aquí y ahora, es la enseña de una institución, cuyos dirigentes manteniendo el hardware del Viejo Testamento, han formateado el software, modernizando radicalmente sus métodos de 'evangelización' a pesar de que tan tercamente apelan a la tradición cuando les interesa. Han cambiado el púlpito por la algarada callejera del brazo de extremistas políticos, se gastan el dinero de nuestro IRPF en pagar vallas de claro cariz populista, sus dirigentes piden la objeción de conciencia y la desobediencia civil, a leyes democráticamente aprobadas, y su órgano de expresión centra su labor apostólica, en difamar y enlodar a las instituciones del Estado. Ante esto, hay quien cree -cristianos incluso- que no hay derecho a eso Y no es así, ya que los miembros ('miembras' no hay) de la jerarquía eclesiástica como cualquiera en goce de su libertad, tienen todo el derecho del mundo a hacer lo que están haciendo. A lo que no tiene ningún derecho, aunque solo sea por una cuestión de salud democrática, es a que su símbolo, su imagen de marca, (a actitudes nuevas definiciones nuevas) siga en centros oficiales al lado de la figura del Jefe del Estado, como 'cuando entonces' que diría Umbral. Y se puede decir más claro: esa institución cuyo Pontífice ante 22 millones de pobres enfermos de VIH, dijo lo que dijo, y su portavoz aquí, afirma que los felices padres que han alumbrado un hijo para salvar a otro, lo han hecho a costa de otras ocho vidas, ni siquiera debía intentar y menos exigir, que la andadura docente de ese niño que está a punto de ir a la escuela, esté presidida por el símbolo de ese credo, que lastra su vida con tan grave acusación. El terco afán por allegar oficialidad a la religión llega a tal punto, que el estrado donde los magistrados de la Audiencia Provincial de Badajoz hacen justicia, es compartido con una imagen del crucificado. Aquí no se trata de algo alegórico en el espacio secundario de alguna pared, sino de una cruz ornamental de barroca peana y de mas de medio metro de altura con una presencia imperativa y 'codo a codo' con los miembros del tribunal, como formando parte de él, según se aprecia en fotografías de prensa. Este es un asunto de amplísimos registros, pero baste un ejemplo: conociendo que la mujer fue creada para que el hombre no estuviera solo, y que el máximo cargo para el que la jerarquía eclesial le atribuye capacidad, es para pasar el cestillo en las misas, hay que dejar a la imaginación del lector, lo que podrá pasar por la cabeza de mujeres que se sienten allí por un presunto aborto irregular, o para acusar de maltrato a un hombre al que alguien la ató en el cielo, para que nadie la desate en la tierra. Estoy seguro que en esto debe haber razones que a ciudadanos de a pie se nos escapan. Por eso sería bueno, que algún responsable de esa institución nos sacara de dudas ya que con el solo auxilio del sentido común es imposible saber, si es peor que una decisión jurídica sea mediatizada por una religión, o que no la afecte para nada, lo cual podría incomodar a creyentes que supieran que su Dios hecho hombre, es utilizado como un simple adorno. Es posible que algún creyente encuentre en mis palabras, algo que le incomode. Si es así pido disculpas no sin señalar, que no he escuchado nunca a ningún ateo la más mínima queja, ante el afán expansivo que algunos cristianos imprimen a su fe: buenos días nos de Dios, hasta mañana si Dios quiere, estoy mejor gracias a Dios etc. Incluso los escucho contestar con un educado ¿gracias! a los exorcistas que en nombre de Jesús, espantan los estornudos ajenos. Particularmente tengo un gran respeto (no es un cumplido) por aquellas personas que libremente (sin lo que Adalid llama un Dios impuesto) deciden entregar parte de su yo, al que les requiere como siervos. Es meritorio en tiempos de la cultura del zaping, del dominio del disfrute cambiante, que haya quien domingo tras domingo, goce con la sempiterna carta a los corintios, pida perdón y misericordia, y se declare no merecedor de que Dios entre en su casa, haga lo que haga. Pero pido respeto a su vez para los que carecemos de esa fe cegadora, y sobre todo para los que incluso sabiendo que la vida es una enfermedad incurable no estamos ya para caídas del caballo.

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