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Antonio R.P. sale de la Audiencia tras el juicio para ser trasladado a la cárcel de Badajoz.|J.V.ARNELAS
Un padre trastornado y un presunto asesino cuerdo
crimen en la cárcel de BADAJOZ

Un padre trastornado y un presunto asesino cuerdo

El acusado del homicidio de la cárcel no sufre ningún trastorno mental. El padre de la víctima enloqueció tras la trágica muerte de su hijo

M.M.

Viernes, 27 de marzo 2009, 11:28

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-«¿Usted sabía que un interno dijo que Antonio guardaba la sierra con la que hizo el pincho carcelario en la nariz?», pregunta el abogado. -«Yo he visto muchas cosas en la cárcel. Pero eso no lo he visto», responde el funcionario. -«¿Conocía la trayectoria de Antonio?» -«Sí. Yo sabía que era un poco peligroso». -«¿Sabía usted que se le abrió un expediente en la cárcel de Zaragoza porque escondía una navaja y unas pastillas en el recto?». -«No lo sabía». -«¿Por qué no se le hizo ningún cacheo si era un preso de especial seguimiento por el riesgo de fuga?». -«Los cacheos se hacen de forma aleatoria». Una y otra vez, los abogados preguntan por qué Antonio R.P., el acusado de dar muerte a David S.O. en la cárcel de Badajoz el 28 de septiembre de 2006, no fue sometido a ningún cacheo en tres meses, a pesar del historial delictivo que tenía, con dos homicidios en su haber; y a pesar de que se sospechaba que preparaba una fuga. La respuesta es la misma: no eran necesarios los cacheos. El juicio por la muerte de David S.O. continuó ayer en la Audiencia de Badajoz con las declaraciones de funcionarios, médicos y forenses. El mango de una raqueta El jurado que debe decidir si Antonio R.P., 'el sevillano de la cara cortada', según se le conocía en la cárcel, es culpable o no del asesinato de David, pudo ver ayer de cerca el pincho con el que supuestamente se mató a este joven. Un hierro blanco, doblado como el garfio de un pirata, y con una empuñadura formada por el mango de una raqueta de ping pong atado con cordones. El pincho fue elaborado a partir del soporte de un televisor y arrojado a los servicios, según los testigos. Allí fue encontrado al día siguiente del suceso, cuando se levantaron los wáteres. El arma, aunque rudimentaria, bastó para producir una herida mortal, según explicaron los forenses. Su punta afilada se abrió paso hasta el corazón de David, que falleció por un shock hemorrágico horas después de ser apuñalado. «La herida era muy grave». afirmaron los forenses. La sesión del juicio celebrada ayer sirvió también para conocer que David S.O., herido en el patio del módulo 1 en torno a las cinco y cuarto de la tarde, entró en el hospital Infanta Cristina a las seis y dos minutos, trasladado por el 112 desde la cárcel. Su madre, Antonia Ortega, que testificó ayer, se quejó de que no le avisaron de que su hijo estaba gravemente herido hasta las tres de la madrugada. David murió a las seis. Intentos de suicidio El testimonio de la madre de David añadió dramatismo al caso. Antonia Ortega relató cómo su marido se trastornó a raíz de la muerte de su hijo. Intentó suicidarse en varias ocasiones y hasta se construyó una choza al lado del cementerio donde reposan los restos de su hijo. Su desvarío le llevó a culpar de la muerte de su hijo al alcalde de Villar del Rey y un día cogió un bidón de gasolina y amenazó con prenderle la casa. Fue detenido por la Guardia Civil y ha sido juzgado la semana pasada por un delito de atentado a la autoridad. Fue absuelto con la condición de que continúe en tratamiento médico. El forense que le ha examinado certificó que el grave trastorno que sufre este hombre ha sido provocado por la trágica muerte de su hijo. Ha tenido que dejar de trabajar, ha estado hospitalizado y no es probable que se recupere. Los forenses también informaron ayer sobre la salud mental del acusado, Antonio R.P. . Su abogado defensor aludió a un informe psicológico realizado hace años en que se afirmaba que el acusado tiene dificultades para controlar sus impulsos agresivos. Sin embargo, el diagnóstico de los forenses es el opuesto al del padre de David: Antonio R.P, «no sufre ningún trastorno mental», según la evaluación de los forenses. «Sabe lo que hace y tiene libertad para hacerlo», concluyeron.

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