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Martes, 25 de noviembre 2008, 19:42
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A veces sólo un gesto es suficiente
para salvar el día.
Y escribir tal vez es ese gesto
que prolonga el latido de los pulsos
hasta la sed secreta de los párpados.
Escribir tal vez sea extraviarse en el canto
más oscuro en la memoria extrema
de la noche adentro donde el hombre
ignora su derrota las formas del cansancio
el cuerpo del amor que ya no reconoce.
Escribir tal vez sea comparecer ante los otros
con los ojos más limpios, indefenso,
y vacías las manos sin dispersar la voz,
respirar con sosiego bajo el agua.
No hay otro modo de mirar las cosas
sin perderlas del todo.
El azar de las calles: una oculta pasión, misteriosa y difícil. Huele a limpio el verano entre la ropa tendida. El esfuerzo húmedo del aire contra el cielo es una transparencia, la quietud admirable de un enigma que no descifro, queme puede. En medio de las calles, el bullicio lento de los tranvías que atraviesan la ciudad se desvanece. En las aceras, la mansedumbre y la tristeza de las gentes que pasan, el sosiego secreto de sus cuitas, el silencio solo... Si te llegas aquí, a estas calles, el tiempo es otro, insondable, más leve, menos torpe.
(De La ciudad blanca)
LA DIGNIDAD
mientras pueda pensarte
no habrá olvido
todavía si llamas
acudo a ti
fluyo desde mi mano
a la mano que tiendes desvalida
y entro en tu abrazo
con el temor que engendra el miedo
pero voy en tu busca
acudo a ti ofreciéndome
como animal sediento
que hociquea en el barro
acudo a ti
asciendo a tu respiración
fragmentado rumor que es puro abismo
surco abierto en la roca
cauce seco
que oculta el agua
la misma que ahora yo
acerco hasta los labios agrietados
por mitigar apenas
la fiebre que humedece
la nítida blancura de las sábanas
acudo a ti
a tu recogimiento
a la untura que calma tus rodillas
a la pausa limpia de la voz
tuya
entrecortada
por ver si lo que un día dijiste
podrá ser dicho
de nuevo con la misma dignidad
porque tú bien lo sabes
hay palabras
que duran mucho más que la caída
por eso hoy acudo a ti
a la tibieza de tu sangre
a la tersa piel que cubre tus piernas
acudo a ti
a la nada
retenido el aliento
de tu voz que me habla
hasta hacerse en mí
cierta
la palabra que dura
legible en su mudez
suspendida en los labios
y escribir con ella
mi biografía
sé que mientras pueda decirte
no habrá olvido
que del espacio de tu nombre
ha de brotar
abiertas sus dos sílabas
la semilla en la nieve
(De La semilla en la nieve)
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