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Por primera vez en la historia de Oliva de la Frontera, las mujeres casadas pudieron marcar su zona de rebusca de bellotas en la dehesa comunal. / JOSÉ VICENTE ARNELAS
El derecho a la bellota
REGIONAL

El derecho a la bellota

Las mujeres casadas de Oliva de la Frontera ejercen, por primera vez, su derecho a participar en el aprovechamiento de la dehesa comunal

CELIA HERRERA

Lunes, 27 de octubre 2008, 18:17

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ELLA, vecina de Oliva de la Frontera, era igual que él. Lo tenía claro y lo decía la Constitución. Ningún juzgado español se atrevería a negar ese hecho. Pero todo acababa el día en el que se vestía de novia y se casaba. Mientras los amigos y familiares les tiraban arroz con el alborozo típico de esos momentos, ella estaba perdiendo un derecho, no por ley, sino por el peso de una tradición discriminatoria que le negaba la posibilidad de recoger todas las bellotas que pudiera en la dehesa comunal de 10.400 hectáreas de la localidad, como corresponde a todos los vecinos desde hace más de seis siglos, antes como montanera y, más recientemente, también con rebusco. En una zona ganadera, en la que 5.600 habitantes conviven con 10.000 cerdos, 14.000 ovejas, 6.000 cabras y casi un millar de vacas, el derecho comunal de rebusco de la bellota es tan importante que todos los vecinos y vecinas (solteras) censados en la localidad disponen de un carné de cartón especial, que les reconoce el privilegio de poder aprovechar los frutos de la dehesa comunal en el terreno que les haya tocado por sorteo. Pérdida del carné Pero las mujeres dejaban de utilizar el carné en cuanto cambiaban de estado civil, y esa tradición no escrita que se lo prohibía no se derogó cuando llegó la democracia, ni cuando se aprobó el Estatuto de Autonomía, ni la más reciente Ley de Igualdad. Así le ocurrió a Antonia Martos hace 11 años. De soltera, tuvo el carné y lo utilizó. Cuando se casó, perdió su derecho. ¿Y lo aceptó? «Es que tuve que aceptarlo», aclaró con un punto de indignación. Era una tradición que nunca se había discutido por muy anacrónica que fuera, y se resignó. Eso sí, el mismo día que se derogó esa tradición por un acuerdo de Pleno, acudió derechita al Ayuntamiento a recuperar su carné, que volvió a utilizar ayer. La derogación histórica de la tradición que discriminaba a las mujeres casadas ocurrió hace un mes. A propuesta del concejal de Agricultura y Ganadería, Manuel García, el Pleno municipal de Oliva de la Frontera aprobó el cambio del reglamento que regula la inscripción de los participantes en el sorteo del aprovechamiento de la finca denominada Campo de Oliva, cuya extensión representa el 60% del término municipal. Sólo tres palabras «No es por lo que pueda representar económicamente la recogida de la bellota. Es un gesto simbólico que pretende acabar con una injusticia que no se podía consentir en estos tiempos», explicó. Tres palabras lo cambiaron todo. El antiguo reglamento decía en su primer artículo: «Todo vecino de Oliva puede solicitar (...)», y el nuevo reglamento especifica: «Todo/a vecino/a mayor de 18 años (...)». Gracias a estas tres palabras, 210 vecinas casadas se inscribieron en el sorteo que se celebró ayer, como cada mes de octubre, en la plaza del Ayuntamiento. En total se habían inscrito 1.700 vecinos, de los que casi 600 eran mujeres. El sorteo El sorteo se celebró ayer por la mañana. Varios centenares de hombres, la mayoría con la cara curtida por el sol y el trabajo, abarrotaban la plaza, pero algunas mujeres eran también visibles entre la multitud. Todos permanecían callados y pendientes de los nombres que iba anunciando José Osorio, el jefe de la Policía Local, con el micrófono en la mano. Cada vez que se oía una voz que tapaba la de Osorio, decenas de chisteos resonaban alrededor exigiendo silencio. Dos bombos centenarios, de hierro y movidos por sencillas manivelas, decidían la suerte. Las bolas, de madera, contenían en su interior los nombres de los inscritos y de los partidos, que es como se denomina a los distintos parajes. Como en la lotería, se movía un bombo, y salía la papeleta del nombre: «Francisco Álvaro». Se giraba el otro bombo y salía la bola con el partido en el que tendría que buscar las bellotas: «Hornillo y Villasilva». Por primera vez También salió el nombre de Fernanda Rangel Pérez, casada, de 54 años, que era la primera vez que ponía su papeleta en el bombo. Su marido y sus hijos sí lo hacen desde hace tiempo, porque utilizan las bellotas para engordar a los cerdos antes de la matanza. A partir de este año, contando con un derecho más en el núcleo familiar, dispondrán de mayor cantidad de alimento para los guarros. En cuanto madure el fruto de la encina, que aún verdea en muchos árboles, irán a la finca todos los fines de semana a coger todo lo que puedan. Algunos años han llegado a recoger hasta 100 sacos. El resto de la semana lo dedican a cuidar del ganado de cabras y ovejas, aunque como el negocio no da para mucho, también aceptan los trabajos «que van saliendo». La bellota no les saca de pobres, pero les permite «sacar una buena carne de la matanza». Esperando el Gordo Mientras caían las bolas, se palpaba la tensión. Los participantes en el sorteo estaban pendientes de lo suyo y de lo de los demás. «¿Qué te ha tocado?» o «¿qué le ha tocado a fulanito?», cuchicheaba la multitud. Y es que aunque los lotes sorteados se elaboran de forma equitativa, la experiencia dice que no es lo mismo un sitio que otro. Los partidos más esperados, el Gordo de esta particular lotería, suelen ser Fuente Nueva y La Cumbre, famosos por su elevado número de encinas y el gran tamaño de los árboles, de cada uno de los cuales pueden obtenerse hasta dos o tres sacos de bellotas. Sin embargo, este año los mejores partidos son El Membrillo, la Cumbre, El Estanco y la Mogea, «porque tienen bastantes bellotas». Así lo aseguraba antes del sorteo Julián Barroso, responsable de la tasación de las bellotas y, por tanto, de elaborar también los lotes más o menos compensados. Después del sorteo, los representantes de los diferentes grupos de participantes acuden a las distintas zonas asignadas para marcar las lindes de los terrenos que les corresponden para evitar líos. Antes marchaban todos al campo con sus hachas. Ahora van con sprays de color naranja con los que marcan los árboles. Y la dehesa termina la jornada como el bosque pintado de Ibarrola.

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