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¿Qué ha pasado hoy, 18 de abril, en Extremadura?
TRIBUNA EXTREMEÑA

El alma de Extremadura

JUAN DE LA CRUZ

Miércoles, 30 de julio 2008, 02:23

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VALERIANO Gutiérrez Macías, mi padre, investigador extremeño de hondura, solía decir a su prole que Extremadura tiene alma. El alma de Extremadura, profunda, como toda su naturaleza, física y humana, se configura como la esencia y la luz, como el color y el calor, como el sabor y el saber de un conjunto de sensibilidades, pasiones, inquietudes, tierras, recuerdos, historias, monumentos, campos, piedras, hombres y mujeres, que penetran en la idiosincrasia popular.

Los ríos de la vida, donde se forja la esencia de los senderos de Extremadura, fueron hilvanándose entre la dureza de tantas generaciones, los poemas de los surcos que iban esculpiéndose en una naturaleza de generosidad, los pueblos creciendo entre ilusiones, con el sentimiento del futuro. Ganando el tiempo a la estampa que quedaba atrás, rezumando lecciones de vida, culto a la historia.

La que hoy queremos recuperar, agavillando artículos y libros perdidos, cuando desaparece por los campos olvidados, como un verso esquilmado por la tormenta de la incomprensión, en la ruta de los compases generacionales.

¿Qué belleza la de Extremadura! ¿Qué fulgor el de sus crepúsculos tornasolados en acuarelas con los sentimientos más vivos de sus gentes! ¿Cuánta fuerza del amanecer abierto!

El alma de la Extremadura que canta su costumbrismo, la que laborea con el arado, la que cabildea en el descanso del bar entre las cartas de la baraja, la que se deja las pestañas en el presente, la de sus mayores pegando la hebra a la solana, la que se arrodilla en la reflexión rogativa ante sus vírgenes, la que fluye por los manantiales cristalinos de sus cauces, la que se exalta en las ciudades histórico-monumentales, la que sufre el quejido de la emigración entre llantos de sangre, la que se ofrece entre los encinares, la del pastor y el herrador, la del carbonero y la yunta y la ronda,la escuela aprendiendo entre canciones los ríos de España, la de las mujeres enlutadas y la pana del hombre y del hambre.

Suena el silbido del viento. Le acompaña el candil de la noche en la savia del recuerdo. Corretea un airecillo de serenidad, que se adorna en el corazón de la tertulia. Rebuzna el asno desde la lejanía. En la paridera los balidos de los borreguillos. Al otro lado del monte hoza el jabalí. Acaso un aullido de lobo, repiqueteado de blanco y sombra de la noche, de la luna.

Una Extremadura humana de pasión que galopaba enfebrecida, por la batalla de su sabor, de su espiritualidad humana, de su exaltación fervorosa, con la humildad. Siempre de la mano de tantas gentes y tierras, el pueblo. Una exaltación de viejas historias. Un rito de amor. Un sacrificio inveterado. Un canto de generosidad.

Un día el rayo de la emigración segó tantas imágenes, que manó un larguísimo reguero de soledad. Cuantas familias se quedaron rotas, cuantas casas en abandono, cuantos pueblos en el silencio más compungido, cuantas ilusiones desvanecidas.

Qué fragor en la noria del molino dejando correr el agua que estampaba, como una lámina, el cielo de Extremadura en un horizonte de eternidad.

JUAN DE LA CRUZ es periodista

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