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SOCIEDAD

El siglo XXI provoca depresión

Los problemas psicológicos derivados del estrés diario se convertirán en la segunda causa de discapacidad en la próxima década

A. GILGADO

Domingo, 22 de junio 2008, 04:05

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La ansiedad le pesaba como el plomo, su mundo interior se había nublado hace algún tiempo, y para colmo, llegó la ruptura con su novia. Al final, A.N. acabó delante del psicólogo, rastreando las razones de su depresión. En teoría no existía causa aparente. Era buen estudiante, contaba con un amplio círculo de amistades y en casa la convivencia con sus padres siempre fue perfecta. Pero se sentía con los ánimos por los suelos. Aunque su caso no dibuja ninguna excepción. En nuestro país cualquier persona tiene entre un 15% y un 20% de posibilidades de sufrir depresión a lo largo de su vida, según la Fundación Española de Psiquiatría y Salud Mental. Este mismo organismo advierte que se trata de la cuarta causa de discapacidad y que en la próxima década se convertirá en la segunda. Manuel Rodríguez, presidente del Colegio de Psicólogos de Extremadura, cree que la forma de vida del siglo XXI se ha convertido en terreno abonado para que florezcan los problemas psicológicos en la población. «Ahora el éxito o el fracaso personal se valora por lo que uno consigue en el terreno laboral o social».

El psicólogo suma a esta competitividad dos cuestiones claves: el desarrollo tecnológico y el afán de consumo. El pálpito de las nuevas tecnologías se traslada al plano personal y crea un estado permanente de «ansiedad que desestabiliza», mientras que el afán de consumo trae consigo una «peligrosa» red de necesidades y expectativas que si no se satisfacen pueden desencadenar sensaciones de frustración, según el psicólogo.

Las consecuencia de esta espiral se traducen en un aumento de pacientes en las consultas de los psicólogos y en la venta de antidepresivos en las farmacias. Los psicólogos advierten que los efectos se manifiestan en toda la población. En los adolescentes han aumentado los trastornos de adaptación de la conducta. El apego a las nuevas tecnologías les acercan a un mundo enormemente cambiante. «En muchos casos estamos educando a jóvenes tecnólogos que se socializan sin enriquecerse personalmente ni ser creativos, y la creatividad te da el equilibrio. No quiero demonizar la tecnología, pero debemos tener en cuenta su influencia», advierte Rodríguez. En los últimos años también ha crecido el número de desequilibrios en la conducta alimentaria, un mal que ha dejado de diagnosticarse exclusivamente en chicas.

En los adultos aumentan las depresiones que tienen su origen en el entorno laboral, bien por un despido, por el estrés del día a día o, sobre todo en el caso de las mujeres, por la fatiga que supone trabajar fuera y dentro de casa.

Psicología clínica

Manuel Rodríguez se dedica al campo de la psicología clínica, en su consulta trata todos los días trastornos de ansiedad, depresiones, trastornos obsesivos o crisis de angustia. Muchos de los pacientes que trata llegan después de mucho tiempo. «Algunos arrastraban años con depresión, pensaban que nunca se iban a recuperar y cuando empiezan a notar mejoría se sienten extraños».

Su experiencia le dice que en muchos casos la atención psicológica y los medicamentos se complementan, pero a veces los medicamentos no consiguen desenmascarar el verdadero problema, y ahí entra en juego la psicoterapia. A través de varias sesiones los profesionales intentan que sus pacientes salgan de la depresión. El objetivo es que los pacientes identifiquen los pensamientos que le provocan los sentimientos de melancolía o irritabilidad, que descubra las asociaciones de su estado de ánimo. Manuel Rodríguez, que tiene una consulta en Cáceres y otra en Trujillo, intenta que las personas que acuden a él adopten nuevos modelos de pensamientos. «Un fármaco no te ayuda a cambiar tu modelo de pensamiento», asegura.

El psicólogo José María Fernández Chavero comparte el mismo diagnóstico que su compañero. «El estilo de vida que llevamos genera estrés». Una asignatura que se atraganta en la carrera, falta de entendimiento con los hijos o la pareja, la muerte de un ser querido o el despido son algunos de los conflictos personales a los que cada día intenta poner freno desde su consulta de Badajoz.

Cree que la atención psicológica funciona cuando realmente la persona que la necesita asume que tiene un problema y quiere que le ayuden. «Una vez un paciente me dijo, yo es que no creo en los psicólogos. Si un paciente no pone de su parte poco se puede hacer». Además de la predisposición del afectado, también ve clave el apoyo familiar durante todo el proceso. Cree que el entorno debe tener paciencia, los avances para superar problemas psicológicos son lentos y van poco a poco. Su método de trabajo empieza con cuestionarios y escalas, después realiza tres o cuatro sesiones seguidas, si tras esas sesiones se producen progresos, el paciente y el psicólogo se ven cada quince días. Aunque el proceso no se limita solo a la visita en la consulta. Chavero pone deberes. En muchos casos por ejemplo les pide que escriban un diario de sentimientos, para que pueda conocer más a fondo los momentos de tristeza. «No es lo mismo que yo le pregunte cómo te has encontrado esta semana, a que él me traiga en una libreta escrito como se ha sentido a lo largo de la semana, gracias a eso puedo descubrir que a lo mejor cuando peor se encuentra son los fines de semana». Un registro de las horas de sueño o de actividades que realiza fuera de casa y del trabajo, son otro de los deberes que manda el psicólogo.

Este profesional no habla de plazo medio de recuperación. Por su consulta han pasado pacientes que tras dos meses han empezado a tener mejor ánimo y otros que han necesitado cuatro meses. Aunque advierte que una depresión que no se supere en un año corre el riesgo de perpetuarse. «No es lo habitual pero se da». También se encuentra con casos de personas que se acostumbran a vivir con depresión. «Cuando una persona tiene el ánimo bajo, su entorno se vuelca más en él y consigue el afecto que necesita. Esto hace que conscientemente no quiera tener depresión pero inconscientemente lo prefiera».

Además de pacientes con problemas psicológicos, a su consulta también acuden personas que «simplemente quieren contrastar sus sensaciones con alguien, que deben tomar una decisión importante y necesitan el apoyo de un profesional». Esta necesidad pone de relieve otro déficit de la sociedad actual. «Vivimos en un mundo en el que se ha perdido la tertulia y las consecuencias son claras porque en el momento en el que han descendido los contactos entre amigos han empezado a aumentar las consultas de los psicólogos». En realidad, Chavero apunta que la sociedad del siglo XXI necesita de una presencia mayor del psicólogo, una situación que poco tiene que ver con la que se daba cuando él empezó. «Ahora veo que a muchos de mis pacientes le llaman por el móvil y responden que están en el psicólogo, esto hace años era impensable, había gente que tratabas y que cuando te veían por la calle no te saludaban». Ahora la relación entre psicólogo y paciente es mucho más espontánea, incluso guarda una estrecha relación con algunos de ellos. Ése es el caso de A. N., quien con poco más de 20 años ya sabe lo que es superar una depresión. Llegó a la consulta de José María tras una ruptura sentimental, pero allí descubrió que el fracaso sentimental no fue la verdadera causa de su problema, simplemente fue el flotador que la sacó a la superficie. En realidad este joven llevaba varios años arrastrando la depresión. No sabía por qué, un adolescentes afable y cordial se había convertido en alguien melancólico y con el ánimo por los suelos. «Entré en una fase en la que me pasaba el día preguntándome ¿qué voy a hacer?, ¿dónde voy a llegar? y muchas otras cosas que me tenían bloqueado». La falta de respuestas le creaba un estado de ansiedad. Después de varios meses consiguió controlar esa ansiedad, y aunque ahora sigue haciéndose las preguntas, vivir sin respuestas no le desestabiliza. Su experiencia le despertó el interés por la psicología y ahora estudia para ser un futuro psicólogo. Tras su depresión aprendió que la salud mental es importante para la calidad de vida. Sobre todo después de descubrir que sufre escasez de serotomina, un neurotransmisor del sistema nervioso que produce sensación de bienestar y relajación. En su caso recurre a los medicamentos para intentar compensar su estado de ánimo. Aunque más que los medicamentos se aferra a una frase de Pablo Neruda que un día salió en la consulta del psicólogo: «Confieso que he vivido». Con este axioma para enfrentarse al futuro. Atrás deja un pasado con el ánimo segado. Lamenta que en su momento tardara tanto en acudir al psicólogo y pide, sobre todo a los jóvenes con problemas, que no tengan miedo a ponerse delante de un psicólogo. A él le fue tan bien que aspira a ser uno de ellos.

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