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PILAR ARMERO
Jueves, 17 de abril 2008, 04:19
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La voz de Choni Hernández se quiebra en mitad de la rueda de prensa. Está recordando con qué tremendo silencio se han ido de Plasencia las tres últimas hermanas de la Sagrada Familia de Burdeos que atendían el internado de San José. Fue el 4 de octubre del año pasado cuando las monjas dijeron definitivamente adiós a la ciudad en la que han estado presentes durante 160 años.
«Lo veíamos venir», decía ayer la mujer, de niña interna y hoy maestra en el colegio del mismo nombre. «Parecía que no iba a llegar».
Pero llegó, porque la falta de vocaciones ha obligado a derivar a las monjas a otros colegios y residencias. El internado placentino sigue funcionando, gracias al trabajo de la Fundación Patronato de Huérfanas de San José y al personal que atiende a las niñas de 7 a 18 años a las que acogen.
La tremenda labor desempeñada por la congregación durante más de un siglo no podía quedar sin un reconocimiento. Por eso, Patronato y antiguas alumnas han preparado un homenaje que tendrá lugar el próximo 2 de mayo, con misa a las doce en Salvador y posterior descubrimiento de una placa en la fachada del colegio, donde después se servirá un aperitivo. Por la tarde, a las 20.00 horas, también se les recordará en la parroquia de Cristo Resucitado, la de Rosal de Ayala, el barrio obrero en el que las religiosas llegaron a vivir y formar parte de la directiva vecinal.
A la jornada de recuerdo vendrán monjas. No las tres últimas que han vivido en el edificio de la calle Sancho Polo, pero sí compañeras que las representarán con muchas ganas. Una de las hermanas que se fueron en octubre pasado se encuentra ahora en Roma, otra se recupera de una operación de cataratas y la tercera anda metida en asuntos de reuniones.
Será una jornada entrañable para la gran familia de Burdeos. Los organizadores han enviado invitaciones a 150 personas relacionadas con la casa que están repartidas por el país. Para los vecinos de Plasencia que quieran asistir, se empezarán a repartir en el colegio a partir del día 21, de 12.00 a 14.00 horas.
El párroco de Salvador, Rafael Prieto, pidió ayer públicamente una calle con el nombre de 'Sagrada Familia'. Sería el recuerdo permanente de la tarea que desarrollaron las monjas, familia verdadera de las niñas de varias generaciones que encontraron en su casa desde comida, cama y vestido hasta educación y formación religiosa. «Casi todas las maestras de nuestra edad lo somos gracias a ellas», recordaba ayer Carmen Rivero, estudiante en la escuela de Magisterio de la Iglesia que durante años estuvo en la Casa del Deán. «El título teníamos que convalidarlo luego».
Sitio en Rosal de Ayala
La directiva vecinal de Rosal de Ayala también va a pedir que se las recuerde con un monolito y una placa en la plaza de Luis de Zúñiga que ahora se está remodelando. Las hermanas trabajaron en y por el barrio, trasladándose incluso algunas a vivir en la calle Cabezuela en el año 1975; posteriormente pasaron a otra casa de la calle Jerte.
Otra vertiente de su trabajo fue la intervención activa en la constitución del Hogar de Nazaret, que lleva precisamente este nombre por su devoción a la Sagrada Familia.
Méritos más que sobrados, todos estos, para que las monjas se merezcan el homenaje de Plasencia. Sus antiguas alumnas lo han organizado, con la colaboración de la Fundación, el Obispado y la parroquia de Salvador.
Normal que a Choni Hernández se le quiebre la voz y se le caigan las lágrimas cuando recuerda la humildad con la que se marcharon las monjas, hace ahora seis meses. Normal, que duela que su trabajo de 160 años no haya tenido aún reconocimiento público.
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