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Diez familias viven los últimos días del Bloque
CACERES

Diez familias viven los últimos días del Bloque

La atmósfera en este inmueble de Ródano sigue siendo la misma, pero sus ya escasos habitantes se sienten más desprotegidos que nunca

CRISTINA NÚÑEZ

Lunes, 14 de abril 2008, 14:03

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El bloque C de Ródano es la imagen de la desolación. Nada nuevo, durante veinticinco años ha sido el símbolo del chabolismo vertical y de fallidas políticas de integración social. Es martes por la mañana y llueve. Un enorme charco en la entrada, justo al lado de los garajes, mezcla el agua de lluvia con restos de orines que se esparcen por todo el edificio. Hay que sortearlo para acceder a la estancia y encontrarse con una salita de mesas y sillas de plástico que utilizan los toxicómanos para aplicarse sus dosis. Un fumadero, por llamarlo de alguna forma suave. En el suelo hay papeles de plata, la superficie en la que cocaína y heroína se funden para ser inhaladas pasadas por fuego. Ni rastro de jeringuillas, ese símbolo de los ochenta que identificaba los lugares de consumo habitual de drogas. Cambian las herramientas, pero siguen las lacras. Ayer eran 'picos', hoy son 'chinos'.

Tres policías nacionales de paisano peinan la zona y enseñan un edificio hoy semivacío, con una gran parte de sus viviendas tapiadas después de la primera fase de realojamiento llevada a cabo por el Ayuntamiento de Cáceres. A la salita llega un hombre con un cuchillo en la mano, como previniéndose de la presencia de algún cuerpo extraño. «No voy a hacer nada, me lo he encontrado», comenta entre dientes a un policía y se va. En la calle, saliendo del bloque, una mujer-fantasma cuenta que solo se pone de vez en cuando. Parece de película.

Todavía quedan algunos pisos abiertos, y perdura el mismo trapicheo de siempre, el mismo tránsito habitual de personas que suben y bajan, que pertrechan la puerta de entrada o miran raro a cualquiera que no sea de los suyos. El bloque C parece albergar todo tipo de cosas menos hogares. Los buzones machacados, restos de hogueras por el suelo, cáscaras de plátano, orines. Los techos agujereados se han convertido en papeleras que esconden litronas de Mahou, kleenex usados o colillas. Por las paredes hay manchas de sustancias no identificadas y en todo el edificio un olor hediondo que, por momentos, invoca la naúsea.

Continúa el escaparate de miserias en un piso superior, una vivienda que hoy alberga otro fumadero. Por el suelo, más «chinos», restos de papel de plata ahumados y un desorden infinito. Un salón con un mueble desvencijado y sofás colocados en 'u', sentencias judiciales quemadas, ropa vieja y cristales rotos. Un cuarto de baño con el inodoro hecho escombros y una cocina ya casi vacía. La descripción podría no terminar nunca y que parece un relato de miedo.

Unas diez familias, según las estimaciones de Bienestar Social, continúan viviendo en el bloque C de la calle Ródano. El pasado mes de diciembre se realojaron las primeras cuatro familias que residían en el bloque C de Ródano legalmente y se les asignó piso en otros inmuebles del barrio, algunos en la misma calle Ródano y otros en zonas como la plaza Primero de Mayo. En Aldea Moret el Ayuntamiento llevó a cabo en el año 1982 tres promociones en la calle Río Ródano, Tíber y Primero de Mayo, un total de 383 pisos que en agosto se anunció iniciar su regularización.

Pero sin duda, el foco más conflictivo estaba en Ródano, en el C. Su estado de inhabitabilidad se debe sobre todo a la situación de irregularidad de la mayor parte de los contratos privados de compraventa que no se escrituraron. Esa situación de irregularidad es la que complicó que se llevaran a cabo más realojos en la primera fase, en la que nueve familias salieron de allí.

Los últimos

Los últimos de Ródano son unas diez familias que, según cuentan, se sienten más solas que nunca. Entre ellas está María Antonia López, que continúa viviendo en el bloque C ante su negativa de habitar en el bloque A. «Pero no quiero denunciar mi situación particular», asegura María Antonia. Quiere quejarse por la situación de abandono por la que han de atravesar los que aún viven allí. «Estamos peor que cuando vivíamos todos, estamos más solos». Junto a ella están Mercedes Marcos y María del Carmen Gordillo, madre e hija. Esta última vive una situación especialmente dolorosa. Dice que compró el piso de forma irregular, y ahora no tiene forma de justificar que ha vivido ahí durante muchos años. «No tengo contrato de compra-venta». Su madre, que vive en el bloque C desde hace veinte años también espera el segundo proceso de regularización de viviendas.

«Lo peor es por la noche», describen. «A partir de cierta hora no te puedes mover por aquí». Durante el día, prefieren hacerlo acompañadas, como forma de autoprotección. «La policía por aquí ni asoma», denuncian, aunque, al menos ese día, la presencia del Cuerpo Nacional de Policía era patente. «No se atreven». «Nos han hecho de todo, nos han llegado a robar, nos agreden, aquí no se puede vivir». Aseguran que tienen que convivir con trapicheo de drogas, con peleas a dos metros de su puerta, con insultos y todo tipo de agresiones «Esto está sin ley, si te vas le dan una patada, a un señor que se fue la semana pasada le han robado la cocina entera», se quejan. De muy poco ha servido el tapiado de los pisos. «Entran por las ventanas», se lamentan, mientras, a la desesperada, piden un rápido realojo.

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