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¿Qué ha pasado hoy, 27 de marzo, en Extremadura?
RETRATO PARA EL RECUERDO. Una pareja de turistas se fotografía a un paso de la puerta de entrada del sólido monasterio extremeño de Tentudía. / ESPERANZA RUBIO.
Tentudía, la Virgen de los andaluces
el país que nunca acaba

Tentudía, la Virgen de los andaluces

J.R. Alonso de la Torre

Domingo, 23 de marzo 2008, 10:30

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La carretera sube... Y sube... Y sube... Has pasado por un territorio de llanuras onduladas, de páramos que inquietan, de inmensidades inhóspitas que la bruma de la mañana convertía en tierras altas de Escocia. Después has cruzado dehesas espesas de encinas, repletas de piaras... La carretera es un sinvivir de curvas que exigen velocidades de 30 por hora. Después, una señal te dirige hacia el monasterio. Y subes... Y subes... Y subes...

La carretera se estrecha. Los tópicos geográficos te desquician. En un instante has pasado de Escocia a la Extremadura genuina y ahora, sin transición, te ves en un medio alpino. Los rebaños de cabras suceden a las piaras. Sin resuello ni aviso, los castaños y los pinos suplantan al encinar. El asombro de lo infinito te noquea. Un directo de lejanías te alela. Atraviesas un pinar tupido. El precipicio pone el resto y un aviso para despistados rubrica el cuadro: «Atención, carretera de montaña».

¿Pero esto qué es? El viento lo agita todo. Las montañas pespuntean la línea del cielo. Si respiras hondo, te empapa la pureza y arriba, coronando el monte, una fortaleza extraña marca la etapa con la rotunda autoridad que le confiere ser meta: ¿Hemos llegado a Tentudía! Sabes que estás en Extremadura, pero si fuera por el entorno, te podrías situar en el Bajo Pirineo. Por las matrículas de los coches, tanta SE, tanta HU, te creerías en El Rocío. Pero no, de eso nada, esa Virgen es Nuestra Señora de Tentudía. Ese monasterio-fortaleza lleva ahí desde hace 800 años y esto es Calera de León, o sea, pura provincia de Badajoz.

Mas no lo parece. «Pues no, a veces no lo parece porque aquí hay casi siempre más andaluces que extremeños. Si es que los extremeños valoramos poco lo nuestro, lo que tenemos, y a los andaluces les gusta más salir. Esto, sobre todo los domingos, está lleno, fundamentalmente de gente de Huelva y de Sevilla». Quien habla tan claro se llama Pilar, es de Fuente de Cantos y con José Antonio, su marido, llevan desde hace algo más de un año la cafetería restaurante situada en lo alto de la sierra, junto al monasterio de Tentudía.

Cuando decimos lo alto de la sierra, queremos decir muy alto, lo más alto, precisando: 1.104 metros. La vegetación, las vistas y la pureza del aire corroboran la altura y en el bar El balcón de Tentudía toman café moteros, familias y parejas. Una encuesta de urgencia: «Yo, de Sevilla... Nosotros, de Huelva... Nosotros, de Sevilla, aunque nacimos en Encinasola...». La propia Pilar hace cálculos: «De cada diez autobuses, uno es extremeño. Pero si es que yo soy de ahí al lado, de Fuente de Cantos, y solo había subido a Tentudía con el colegio».

En el país que nunca se acaba se organizan excursiones casi todos los fines de semana a Madrid para ver el santuario de santa Gemma Galgani y el Cristo de Medinaceli, pero no se ven carteles de viajes organizados a este lugar celestial e imponente.

El guardián

«A mí, lo de Tentudía solo me sonaba por el vino y ahora, ya ve, soy el guardián del monasterio, casi vivo aquí, lo enseño y me encanta». Domingo Comerón es de La Albuera. Trabaja como vigilante oficial, guía y tendero de recuerdos marianos adscrito a los servicios territoriales de Cultura en Badajoz. Abre cada día el santuario a las 11 de la mañana y lo cierra a las 17 horas. Tiene un microondas para calentarse la comida. Vive en Calera de León. Cierra los lunes y libra de viernes a domingo cada 15 días.

Las visitas a Tentudía están marcadas en parte por los festejos andaluces. «Esto tiene mucho turismo hasta la feria de abril de Sevilla, después empieza a bajar», calcula Pilar. En verano, a más de mil metros, la temperatura es ideal. «Pero la gente no viene porque se va a la playa».

Domingo tiene las estadísticas a mano. El último año, el mes de más visitas fue septiembre, que es la fiesta de la Virgen, con 2.643 peregrinos. El que menos, julio con 873. El pasado mes de enero subieron 1.353 personas. Domingo repasa sus orígenes: 800 eran andaluces. «La estadística lo deja claro, el 70% de los visitantes viene de Andalucía», resume contundente.

«Nosotros venimos de Sevilla porque íbamos a Mérida, vimos el cartel en la autovía y hemos subido para ver posibilidades de cara a pasar un fin de semana por aquí», explican Javier, Toñi y su hija Sara. Entra en la tienda de recuerdos José Manuel Molina con tres acompañantes. Compra un libro de la historia del monasterio. También es sevillano. «Venimos aquí por tercera vez porque esto es maravilloso y esta arquitectura nos encanta. Los antepasados, la verdad sea dicha, eran antiguos, pero no eran tontos y hacían las cosas muy bien», opina.

Domingo cree que los extremeños no suben a Tentudía por desconocimiento de la zona y porque los andaluces tienen más fervor. «Compran muchísimos rosarios y dedales de la Virgen». Resulta paradójico, sin embargo, que en una región con 247 ermitas dedicadas a María en 184 pueblos y con 243 templos consagrados a la Virgen, no se peregrine en masa al santuario donde, junto con Guadalupe, se inició el culto mariano extremeño.

Nuestra Señora de Tentudía es una virgen de estirpe guerrera. En el país que nunca se acaba, las vírgenes siempre se han aparecido a los pastores y a los caudillos. En el primer caso, en lugares intrincados donde nadie quería establecerse y que se colonizan a partir del levantamiento de una ermita. En el segundo caso, en el fragor de una batalla contra los árabes o, a veces, contra los portugueses.

La de Tentudía tiene una leyenda francamente curiosa. Se apareció al maestre de la orden de Santiago, Pelay Pérez Correa, en medio de una batalla que iba a acabarse sin tiempo para derrotar a los árabes porque se ponía el sol. Pelay se hincó de rodillas y rogó: «Santa María, detén tu día». Y Santa María lo detuvo para que Pelay rematara a los infieles.

Más allá de la leyenda, los historiadores, explica Domingo, aún debaten sobre los orígenes del nombre: «Quizás provenga del árabe atutía, nombre de un mineral con óxido de zinc abundante en la comarca».

Dejando a un lado el fervor religioso, Tentudía es un enclave mágico e imprescindible. No se puede uno llenar la boca de extremeñismo sin haber visitado el tesoro arquitectónico más elevado de Extremadura con su claustro mudéjar y la iglesia con sus dos capillas y su retablo mayor. «Lo hizo Francesco Niculoso Pisano, un italiano afincado en Sevilla. El vicario de Tentudía, Joan Riero, le encargó a Niculoso el retablo en 1518 y el italiano lo hizo con azulejo italiano. En varias iglesias de Sevilla hay retablos con este azulejo de Pisano», detalla Domingo.

En el exterior, se pueden ver tres provincias. Hacia el sur, el pueblo sevillano de El Real de la Jara. Hacia el suroeste, el pantano de Aracena y las sierras de Huelva. Al norte, la blancura de Calera de León, de Fuente de Cantos, de Bienvenida brillando en la llanura y en los días nítidos, Zafra proclamando su orgullo de ciudad en el filo del horizonte.

Domingo asegura que se vive a gusto en Calera de León. Le gusta tomarse de vez en cuando una racioncita de mogote a la brasa. El mogote es una pieza de carne de la parte trasera de la cabeza del cerdo. Todo el mundo dice por aquí que es un bocado exquisito En el pueblo abundan los bares sencillos y honrados donde comer y tapear barato y rico: Mesón Extremadura, Hermanos Garrón, Central...

Los encantos monumentales de Calera no se agotan con el monasterio. En el centro del pueblo, el conventual santiaguista preside el lugar. Fue Casa Matriz de la Orden de Santiago durante el siglo XVI, colegio, hospital de peregrinos y centro administrativo de los territorios. Tiene un claustro de doble planta y su iglesia parece más catedral que parroquia de pueblo. Todo ello se está restaurando para convertirlo en un magno centro cultural.

Por el pueblo, de bar en bar, de calle en calle, se palpa durante los fines de semana un ambiente muy variopinto. Se ven muchas señoras rubias andaluzas, que difieren de las señoras rubias del país en que dicen mucho 'ozú', venga o no venga a cuento, y en que visten, peinan, hablan y gesticulan con más folclore, con más atrevimiento, con más colorido. Pero nada de eso llama la atención. Al fin y al cabo estamos en Calera y Tentudía, dos enclaves extremeños que entre el viernes y el lunes parecen andaluces. Tentudía

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