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TRIBUNA EXTREMEÑA

Informatización de las aulas

CARLOS CABANILLAS NÚÑEZ

Miércoles, 13 de febrero 2008, 02:26

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NO debe de ser un mal momento éste, tras cuatro años de iniciarse el proceso de informatización de las aulas de Secundaria en Extremadura y recién anunciado el objetivo de la Consejería de Educación de dotar a los centros de un ordenador por alumno, para hacer un pequeño balance de qué ha supuesto, desde el punto de vista pedagógico y organizativo, tamaña inversión en máquinas y otros menesteres de la revolución tecnológica extremeña.

Y es que en 2004, cuando se produjo el desembarco de los equipos informáticos, se nos vendió el acontecimiento como el inicio de la gran transformación del sistema educativo, una transformación de la que Extremadura se jactaba de ser pionera. Veamos qué es lo que tenemos cuatro años después, y con ello procuraré explicar por qué digo que todo esto no ha devenido en más que una falacia.

Creo que hoy convergen en el proceso de informatización de nuestras aulas dos tipos de problemas: por un lado, los de infraestructuras, de mantenimiento y actualización de los equipos informáticos; por otro lado, los superestructurales, la falta total de adecuación del sistema educativo a ese nuevo modelo que se pretendía -al menos de palabra- con la incorporación de las herramientas tecnológicas.

En cuanto a los problemas de infraestructuras, poco se puede añadir a lo evidente: los que trabajan en las aulas de Secundaria saben qué es lo que tenemos. Equipos obsoletos que apenas dan para pasar lista en ese mastodóntico timo que es Rayuela y poco más. Cada vez que entro en el aula e intento trabajar con los ordenadores, confirmo la sospecha de que todo este boato informático no es más que una pantomima. Lloro ante mis alumnos, y procuro explicarles que las cosas no son siempre así, que fuera del centro, con otros equipos y otras conexiones a Internet, se pueden hacer cosas muy interesantes.

Pero aún más grave que estos problemas materiales es el problema de superestructura, el problema ideológico: no hay ningún signo visible que indique que nuestra forma de enseñar haya cambiado con los ordenadores, ni de que los alumnos hayan modificado un ápice su forma de aprender. Veo, en definitiva, lo mismo que veía en mis tiempos de estudiante y, con seguridad, lo mismo que podría haber visto muchos años más atrás. Pregunten a sus hijos, observen cómo estudian, y luego piensen si su forma de hacerlo es muy diferente de lo que ustedes hacían: ponerse delante de un libro de texto y memorizar contenidos. Y es que, antes que las máquinas, son necesarias la revolución metodológica y la actualización del profesorado, actualización que no consiste en hacer cursos sobre cómo manejar un editor de imágenes o cómo usar un procesador de textos, sino en estrategias para enseñar a los jóvenes del siglo XXI: una sólida formación pedagógica destinada a un profesorado que no ha recibido durante sus estudios universitarios la mínima noción de qué es enseñar.

Esta reflexión sobre la informatización de las aulas es especialmente pertinente ahora, cuando la Consejería de Educación ha anunciado la pretensión de alcanzar la ratio de un ordenador por alumno en la E.S.O. La idea, que en el plano teórico puede y debe contar con el aplauso de cuantos estamos convencidos del poder de la tecnología en la revolución educativa, asusta sobremanera viniendo de quien viene: una administración que ha usado y manipulado la informatización del sistema educativo para sus intereses políticos, y ha obviado la complicidad del profesorado, sin cuya colaboración todas las máquinas que se pongan acabarán vírgenes en el vasto, triste y esperpéntico cementerio tecnológico que están llegando a ser nuestros institutos.

CARLOS CABANILLAS NÚÑEZ es profesor de Latín del IES Santiago Apóstol de Almendralejo

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