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en la ciudad

«Cállense o váyanse a España»

J. R. ALONSO DE LA TORRE

Lunes, 26 de noviembre 2007, 09:15

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Los noruegos deben de ser el pueblo más silencioso de Europa. Dicen sí (ja) como quien inhala aire y dicen que no negando con la cabeza. Son tan calladitos que miran a sus colegas suecos como quien se espanta ante una tómbola vociferante. Sin embargo, quien haya visitado Suecia sabrá que en este país no se escucha una voz más alta que otra y en los cafés y los centros comerciales lo más que suena es un rumor. Será por eso que los suecos señalan irritados a los daneses como unos histéricos chillones que hablan por los codos. Pero tengo sobrinas adictas al Interrail que se admiran de que en Conpenhague todo se diga quedo, se hable suave, se musite... He recorrido la costa belga en verano y parecía una película de cine mudo. Se jugaba en la playa sin dar voces, se saltaban las olas haciendo mimo, se bebía cerveza como quien comulga recogido. No me extraña que los belgas entiendan que sus vecinos holandeses son insoportables por avasalladores y por vociferantes: esas velares, esas oclusivas, esas vibrantes neerlandesas... En lo que daneses, noruegos, suecos, holandeses y belgas están de acuerdo es que como en España, nada de nada. Aquí sí que nos gusta el ruido: esos bares de Cáceres, Plasencia, Navalmoral o Coria con esa tele encendida que nadie mira, esos gritos pandilleros por la calle, esas carcajadas megafónicas por cualquier nadería, esas cofidencias de autobús urbano que llegan del primer al último asiento. Nuestros vecinos portugueses no soportan esta manía hispana del grito y semanas atrás instalaron una pancarta en el barrio lisboeta de Alfama que decía así: «Turistas: respeten el silencio portugués o váyanse a España».

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