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J. J. G.
Jueves, 15 de noviembre 2007, 04:26
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Enfermera y matrona jubilada, Pastora Vega se fabrica ella misma los tapones de cera que utiliza cada noche de los fines de semana para poder dormir. «Son tapones de cera que los amaso yo para amoldarlos a mi pabellón auditivo», explica para resaltar que sin esos tapones no podría conciliar el sueño a partir de ciertas horas de la madrugada. «Llevo años durmiendo con tapones en los oídos». Reside en la calle Doctor Fleming, en un quinto piso que da a las escaleras de acceso a la Plaza de Albatros, lindantes con el Banco de España. Es lugar de tránsito a la Madrila Baja para pasar las noches y madrugadas en los diferentes locales de copas de esta tradicional zona de la movida cacereña. Pastora Vega es uno de tantos ejemplos de vecinos de la Madrila que padecen desde hace años eso que ahora se llama contaminación acústica y que para ella sólo tiene un calificativo: «es una vergüenza», afirma, un tanto desencantada por los años de sufrimiento y de ausencia de soluciones por parte de las autoridades. «Dejación de funciones», dice cuando se le pregunta por la actuación de las instituciones responsables de garantizar el derecho al descanso. Por ello cree que el vecindario debería haber decidido antes acudir a la vía judicial para pedir responsabilidades a las administraciones. «No puedo más», se lamenta y recuerda que hace un año se gastó más de un millón de pesetas en instalar doble acristalamiento en las ventanas de su casa, «y nada, tengo que seguir poniéndome los tapones».
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