Borrar
Los primeros participantes de la Ruta de Carlos V llegan a su destino tras una larga caminata. / M. A. MARCOS
Tras las huellas de Carlos V
de Tornavacas a Jarandilla

Tras las huellas de Carlos V

Cerca de 800 personas participaron en la Ruta de Carlos V, que une Tornavacas con Jarandilla cruzando la sierra de Tormantos

MIGUEL ÁNGEL MARCOS

Lunes, 12 de noviembre 2007, 09:57

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

En noviembre de 1556 el emperador Carlos V, en esa época uno de los hombres más poderosos del planeta, emprendía el último viaje camino de su retiro en el Monasterio de Yuste. El escenario de aquella travesía fueron los valles y los cerros del Jerte y la Vera, atravesando la sierra de Tormantos. De entonces para acá las cosas han cambiado mucho en la montaña, y lo que debió ser un duro periplo por senderos inhóspitos es hoy motivo de disfrute de senderistas y aficionados a los deportes en la naturaleza. Cerca de 800 respondieron a una cita ya tradicional del otoño extremeño, la Ruta de Carlos V, que organiza desde hace más de dos décadas el Grupo Placentino de Montaña, con la colaboración de la asociación cultural Amigos de la Vera, Protección Civil y Cruz Roja.

Entre las 8 y las 9 de la mañana se ponen en marcha los primeros senderistas por las estrechas calles de Tornavacas, aunque para muchos la jornada ha empezado horas antes, a las cinco o las seis de la madrugada, dependiendo de la distancia que les separe del valle del Jerte. No en vano llegan de distintos puntos de España, como ha sido en esta ocasión Burgos, Málaga, Almería o Ciudad Real, además de buena parte de la región. Incluso hubo presencia internacional, con ciudadanos de Argentina o Australia, que aprovecharon su estancia casual en la región para sumarse a una hilera casi interminable de personas de todas las edades, desde niños que rondan los 10 años hasta veteranos excursionistas de más de 70.

Dura subida a la Encinilla

Todos confluyen en esta emblemática ruta, de unos 24 kms. de recorrido, que primero transcurre entre zonas de cultivos, cerezos y bosques de castaños y robles, hasta llegar al collado de las Losas, a más de 1.000 metros de altitud. Ahí se da un respiro a los andarines al descender al Puente Nuevo, Puente Romano o puente de Carlos V, uno de los lugares de referencia de la ruta, que además suele ser parada obligada para recuperar fuerzas antes de iniciar el costoso ascenso al cerro de la Encinilla, a casi 1.600 metros, siguiendo una serpenteante vereda entre robles que no parece acabar nunca.

Para decepción de los senderistas la subida tampoco termina al coronar ese cerro, ya que a partir de ahí el sendero sube y baja caprichosamente hasta el ascenso definitivo al collado de las Yeguas, a 1.479 metros. En ese punto se cruza del Jerte a la comarca de la Vera, divisándose -si la climatología lo permite, como ocurrió ayer en una jornada casi de primavera- un espléndido paisaje de valles y montañas donde se mezclan los tonos ocres y rojizos con el verde. Después espera una larga bajada por la garganta del Yedrón, que continúa más adelante por tupidas arboledas hasta cruzar la carretera de Guijo de Santa Bárbara y llegar entre huertos, viviendas unifamiliares y fincas a las inmediaciones de Jarandilla, donde está instalado el control de la ruta.

Un control que resulta imprescindible dada la necesidad que tienen los organizadores de constatar que todas las personas que han iniciado la marcha la han terminado. Para ello se dota a los participantes de una pulsera y de un número de identificación, que deben facilitar al llegar. Con esa acreditación empezaron a andar alrededor de 550 personas, ya que se decidió limitar el número para evitar una aglomeración excesiva. También porque se ha hecho un seguro para evitar disgustos en caso de surgir problemas, como ha pasado más de una vez en forma de lesiones o extravíos. Sin embargo son muchas las personas que se suman a la iniciativa sin control alguno, lo que dificulta la labor de los organizadores.

Entre las dos o dos y media y las siete y media de la tarde (ya de noche) pasó por delante del control un auténtico rosario de senderistas, unos frescos y sonrientes a pesar del esfuerzo realizado (más o menos de siete a diez horas andando según las fuerzas) y otros seriamente castigados, puesto que no se trata, ni mucho menos, de un paseo. Para éstos últimos es especialmente decepcionante descubrir que todavía quedan un par de kilómetros hasta Jarandilla, hasta la Universidad de Verano, que es donde termina el recorrido y donde les espera el avituallamiento, ya sea chocolate con churros, zumos, refrescos o cervezas. Es momento de cambiar impresiones y experiencias y hasta direcciones y números de teléfono, ya que también para eso, para hacer amistades, sirve la ruta. Nadie piensa entonces en las agujetas del lunes.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios