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El italiano Paolo Bettini anuncia su victoria en el Mundial de Ciclismo en ruta en Stuttgart. /AFP
Paolo Bettini sirve su venganza en un plato frío
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Paolo Bettini sirve su venganza en un plato frío

Ganó su segundo Mundial consecutivo y saludó a McQuaid en el podio Los corredores españoles no tuvieron opción a las medallas

BENITO URRABURU

Lunes, 1 de octubre 2007, 03:55

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«Se me doblaban las piernas, Torrontegui. Cuando ha arrancado Bettini por segunda vez, creía que me doblaba entero encima de la bici. Vaya sensación más extraña».

Samuel Sánchez, séptimo en la meta, le explicaba a uno de los masajistas de la selección española, Marcelino Torrontegui, lo que le había pasado en esos kilómetros finales. No tenía una gran fatiga encima, pero tampoco disponía de buenas piernas.

«Se me subían los cuádriceps», decía el mejor corredor de la selección en un Mundial en el que finalmente no se llegó en grupo y en el que terminaría ganando Paolo Bettini ante la alegría de miles de italianos que celebraron, catorce años después de que lo lograse Gianni Bugno, un nuevo maillot arco-iris en esta ciudad, en la que Miguel Induráin consiguió la medalla de bronce.

Bettini transformó su alegría al subir al podio en un gesto adusto frente al presidente de la UCI, Pat MacQuaid, que le entregó la medalla de oro y le cambió de maillot, puesto que el año pasado, en Salzburgo, también había ganado.

Sirvió su venganza en un plato muy frío, ante los organizadores alemanes, que no aparecieron por el podio, y ante la propia UCI.

No se entretuvo mucho hablando con MacQuaid el italiano, al que han desestabilizado todo lo que han podido durante el Mundial para que no lo corriese. No lo han conseguido. Desde una demanda en un juzgado de Sttutgart por parte de la organización, que el juez falló a su favor, hasta la postura de la UCI, molesta porque Bettini no firmó la carta ética que presentaron antes del Tour.

Paolo Bettini entró en la meta haciendo el gesto de que disparaba un rifle: «No era a McQuaid, ni al mundo del ciclismo. Era para los que no saben nada de este ambiente y que sólo se mueven por intereses económicos. He disparado contra ese ambiente».

Se supone que se refería a los organizadores. No lo aclaró en presencia de Pat McQuaid, al que terminó por dar la mano en la conferencia de prensa.

Ataques selectivos

Se colocó una bandera italiana sobre los hombros: «También la llevé en Salzburgo. Es la bandera que tiene historia, la de la reunificación italiana después de 1797». Conseguía su segundo título consecutivo.

Óscar Freire y Alejandro Valverde no tuvieron su día. A Freire se le vio dar bocanadas para coger aire en el penúltimo repecho que había antes de la meta, justo cuando Bettini atacó.

Carlos Sastre, el hombre que manejó los hilos de la selección, insinuó lo que se avecinaba cuando se retiró: «Ni Freire ni Valverde van bien». Así de claro. Lo que dijo el abulense lo terminamos por ver en la carretera.

La selección española había trabajado con maestría. Llegaban a los últimos veinte kilómetros delante quienes tenían que estar: Freire, Valverde y Samuel Sánchez.

Italia, que ejerció un gran control sobre la prueba, había lanzado a Rebellin. Paco Antequera, el seleccionador, se puso algo nervioso. Rebellin acabaría cayendo. Cuando se movió Bettini, también lo hicieron Pozzato, Schumacher, Samuel Sánchez, Boogerd, Thomas Dekker, Franck Schleck, Cadel Evans, Philip Gilbert, Elminger, Leukemans y Kololobnev.

La carrera se nos iba irremediablemente. Freire y Valverde no lograron unirse al grupo que se iba a jugar el Mundial. Samuel Sánchez, sí. Atacó bajando. No logró ni un metro de diferencia.

El segundo ataque de Bettini resultó demoledor, definitivo. Fue la puntilla. El ruso Alexandre Kolobnev, Schumacher, Frank Schleck y Cadel Evans se jugarían la medalla de oro. Bettini no iba a dejar escapar la ocasión. Toda la rabia acumulada durante la semana logró transformarla en energía positiva.

Ganaba, no con comodidad, pero sí con la suficiencia que permite el levantar las manos por delante de Kolobnev, que realizó una auténtica exhibición.

El Mundial no se movió por la pautas que rigen este tipo de pruebas. Hubo dos escapadas muy amplias, en las que la selección española se posicionó de forma importante.

En la primera de ellas se colocaron Carlos Barredo, Joaquín Rodríguez, Carlos Sastre y Juan Antonio Flecha. En la segunda, volvían a estar delante Barredo, Flecha y Joaquín Rodríguez. Italia colocaba a Ballani, Bertolini y Cunego.

Hizo Italia una labor de desgaste decisiva sobre Freire y Valverde, a los que dejaron ir madurando hasta esos kilómetros finales en los que ya no quedaba margen de rectificación.

En el cuerpo a cuerpo, Bettini, que sabía lo que tenía a su lado, se limitó a ir eliminando gente. Cuantos menos llegasen al repecho que conducía a la meta, mejor.

Este no era el marco idóneo para que Óscar Freire lograse su cuarto título mundial, ni tampoco para que Valverde se reivindicase ante la UCI. A Bettini le habían amargado la semana y se tomó cumplida venganza sobre el asfalto.

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